Certezas o sentimentalismos: Conflictos en la fe católica. Parte 1

Columnas y Artículos

Por: Ángelo Guíñez Jarpa, escritor e investigador católico.

* 2 Timoteo: 4,3. Pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina; antes, deseosos de novedades, se amontonarán maestros conforme a sus pasiones, y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas. Nuevo Testamento, Nácar Colunga, 1959. 

No es tema desconocido que la fe católica ha sido atacada desde su concepción, es cosa de revisar las vidas de los apóstoles y de los primeros santos mártires para advertirlo. El asunto es cómo seguimos siendo católicos en tiempos como estos. Buscando, hace unos días entre antigüedades, encontré un librito antiguo de Primera Comunión llamado Instrucciones y Avisos a los Niños por el Padre Luis Ribera. En una parte del citado ejemplar había una pregunta interesante ¿Para qué estamos en este mundo? Es de admirar cómo se respondía a los niños de esos años… “Estamos en este mundo para conocer, amar y servir a Dios, y haciendo esto, salvar nuestra alma. En este mundo no podemos ser felices, porque hay muchos males y enfermedades y por fin hemos de morir. Seremos felices en el cielo, para siempre, por toda la eternidad. Hemos de salvar nuestra alma; hemos de ir al cielo, no hemos de querer condenarnos”.

En estos tiempos, el relativismo, esa idea de llevar una religión sentimental ha sitiado a la tradición, que no es más que la representación de las certezas que mantuvieron la fe de los santos. No es extraño escuchar que el infierno no existe, o que “todos los perritos se van al cielo”. Bueno, el diagnóstico es claro: el católico actual está en un estado crítico de falta de recta Doctrina, por tanto, es obvio que nadie puede amar lo que desconoce. Si usted toma cualquier Catecismo anterior a los “coléricos” años sesenta encontrará que existen pecados que claman al cielo por castigo en este mundo y en el otro. Estos “olvidados” pecados son cuatro.

1° Matar gente inocente, como sucede con el aborto. 2° Pecados de impureza respecto a lo impuesto por Dios en cuanto al orden natural. Por la homosexualidad terrible ciudades de Sodoma y Gomorra estas fueron destruidas. Mejor ni pensar lo que se nos viene, entonces. 3° No atender al prójimo empobrecido. 4° Quienes mal pagan a sus trabajadores o no dan las condiciones mínimas de dignidad.

Ahora la moda es ser católicos a manera propia, o sea al calor de nuestros vicios, a la comodidad y determinación de nuestros criterios, tan cambiantes como erráticos puedan ser, total Dios en su infinita Misericordia todo lo perdona y nada condena. Los otros mandamientos “olvidados” de la Iglesia al parecer ya no mandan ni inspiran ese santo temor de Dios recibido en la Confirmación.

1º Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. 2º Confesar los pecados mortales al menos una vez al año y en peligro de muerte y si se ha de comulgar. 3º Comulgar en tiempo de Pascua. 4º Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia. 5º Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

El católico “post mayo del 68” ya no quiere normas, ni mandamientos, y se esmera en inclinar la verticalidad de la iglesia para “democratizarla” y asaltar los altares con seglares que suponen tener autoridades iguales a los sacerdotes en modo protestante. De igual modo, se da licencias para practicar otras “creencias” como el tarot, el yoga, el reiki o cuánta novedad llegue de oriente en envase atractivo.

Los católicos actuales, debido a esta marea protestante, casi han perdido la noción más básica de pecado transformándose en nuevos bárbaros. De ahí que usted pueda ver que los confesionarios hayan pasado a ser prácticamente un adorno extraño y hasta incómodo en los templos. Si el pueblo fiel fuera adoctrinado, en las verdades eternas de siempre, habría a diario más fila que para entrar a la final de un partido de fútbol. Hay que tener confianza en que todo esto pasará. Así como el jipismo extravió tantas cabezas, de igual forma, pasará en la iglesia que como Hijo Pródigo pedirá humillada la vuelta a la casa del Padre. Por tanto, la invitación es volver a la vida sacramental, y a rezar muchos Rosarios por los santos sacerdotes que dan vida a los “católicos muertos”. Cómo no va a dar orgullo y alegría ver a nuestros curas de gallarda sotana dar la pelea al maligno, ofreciendo sus vidas en pos de salvar nuestras almas. Mucha oración debemos entregar para ellos, y así veremos cómo vuelven a celebrar la misa con altares (no con mesas) y orando al Dios de los Ejércitos (no al del Universo) de frente al sacrificio de Nuestro Señor. Con tanta transformación, hoy en día para cualquier católico “moderno” sería una extrañeza enorme ingresar a una celebración de una Misa católica tradicional. Es más, probablemente pensaría que se equivocó y que está presenciando otra religión.

El “buenismo” actual, que pretende el cielo sin tomar la cruz es una verdadera epidemia. De esta manera, muchos pecan sobre el Primer Mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas. Sin embargo, la iglesia da con claridad las obras de misericordia para nuestra santificación. 

Obras espirituales

Obras corporales

1. Enseñar al que no sabe.

2. Dar buen consejo al que lo necesita.

3. Corregir al que yerra.

4. Perdonar las injurias.

5. Consolar al triste.

6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo

7. Rogar a Dios por los vivos y difuntos.

 

1. Visitar y cuidar a los enfermos.

2. Dar de comer al hambriento.

3. Dar de beber al sediento.

4. Dar posada al peregrino.

5. Vestir al desnudo.

6. Redimir al cautivo.

7. Enterrar a los muertos.

 

Haciendo uso del refranero popular que dice que “no hay mal que dure mil años ni tonto que lo soporte”, mantengamos la confianza en Dios que pasará este intenso invierno. Esperemos que el Altísimo nos encuentre confesados y perdone que se presten sus templos como salones de conciertos o vacunatorios, porque “no saben lo que hacen”. Mientras pasa el “chaparrón” revisemos con intensidad la sana, recta y segura doctrina que nos da certezas y evita caer en las redes de los sentimentalismos. Así, evitaremos los innumerables abusos litúrgicos que vemos día a día. Sólo a modo de ejemplo, el santo Padre Pío, que es tan conocido por haber recibido los estigmas de Jesucristo, respondió severo a ¿cuál es el problema de aplaudir en la Santa Misa? Sin pelos en la lengua, el santo dijo: “En el Calvario también habían soldados y demonios que aplaudían la muerte de Cristo". Queda clarito, ¿cierto? Lo peor de esto es que a veces sucede que se aplaude a hombres en la Casa del Señor. Bien expuesto lo dejó quien años más tarde fuera conocido como Benedicto XVI…

“Cuando se aplauda por la obra humana dentro de la liturgia, nos encontramos ante un signo claro de que se ha perdido totalmente la esencia de la liturgia, y ha sido sustituida por una especie de entretenimiento de inspiración religiosa. Este tipo de atracción no dura mucho; en el mercado de las ofertas de tiempo libre, que siempre incorpora formas de lo religioso para incitar la curiosidad del público, es imposible hacer la competencia. Yo mismo he asistido a una celebración en la que el acto penitencial se sustituyó por una representación de danza que, como es obvio, concluyó con un gran aplauso. ¿Podríamos alejarnos más de lo que es realmente la penitencia? La liturgia sólo podrá atraer a las personas si no se mira a sí misma, sino a Dios; si se le permite estar presente en ella y actuar. Entonces ocurre lo que es verdaderamente extraordinario, lo que no admite competencia, y las personas sienten que aquí ocurre algo más que un aprovechamiento del tiempo libre”. Ratzinger, J., El espíritu de la liturgia. Una introducción (trad. de Raquel Canas, Madrid, Ediciones Cristiandad, 5a ed., 2007, pp. 241-242). 

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