Trazos de una memoria

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¡Cómo se examina a sí misma!… vincularse con la Pintura no es fácil, se hacen hermosas estructuras a través de conocimientos, técnicas y sencillez. En mi simplicidad y fabulosa infancia jugaron colores a presentarse en formas y afectos… y, en ella se descubre la armonía a líneas desordenadas que fueron inspirando mi interno.

Un Re…retroceder, significa recordar, rememora a personas que me ayudaron, enseñaron a crecer, construir y deconstruir mi vida, muy significativa educación dieron intensidad a este esfuerzo, a disfrutar de esta disciplina, persiguiendo ideas e imágenes, las que me obligaron a investigar, escudriñar en grandes maestros de la pintura, Arte, etc. … diferentes periodos y estilos para poder compartir y enseñar.

Adquiriendo libros, acercándome a la Biblioteca, rescatando de periódicos, El Mercurio, en mi juventud de “Artes y Letras”, aquellos recortes, artículos diversos, literatura, música, para en mi formar una Hemeroteca cultural que conservo como documentos interesantes que desarrollaron la atención a la cultura en general me ayudaron a observar de diferente perspectiva y objetividad situaciones, complejas y triviales.

Paralelamente a otros pares, eran tiempos de avances a la modernidad donde ya crecía en medio de la vanguardia; ahí conocí lo que significaba un tubo de pintura al óleo, años de acontecimientos mundiales, noticias internacionales, la gran relevancia, mucha lectura, libros, revistas y lindas amistades, lecturas que pasaban semanalmente por mis manos, que, me permitían soñar, fantasear ideas, desordenar líneas, jugar con legos que a veces no iban para ningún lado.

Entrar en la luz de la razón, en Re, recordar como composición, ordenar y sintetizar, días, es como estar en la oscuridad, para preguntarme ¿quién soy ésta que sigue despierta? … Cómo noctámbula, un insomnio, con valor a esta invitación, relatar mis inicios en pintura, como un cuadro en un lienzo, tensado con emoción.

Una obra no se resuelve sólo con pigmentos, se manifiesta el estudio, el interés, la filosofía, la trayectoria de cercanías y mucha humildad. Humildad que tiene dos sentidos básicos (tierra-humano), presumir en existir y exige veracidad, pondré dos nombres importantes en esta mezcla; que, pusieron flexibilidad a mi brazo, hombros y muñeca para ejecutar, resolver y reducir un tema plástico, quizás no con mucha trascendencia ¡pero, sí, con el tiempo bien empleado!.

Mi primera mirada a un tubo de óleo, fue en casa de mi querido e inolvidable amigo de mi niñez Rodrigo Vega Rodríguez, Artista Conceptual de la Universidad de Chile, Sanfernandino, donde había obras abstractas, de su papá y contemporáneas de Francisco González y Italina Labraña Guerrero.

Mi querida madre Clementina Pinto Jiménez (Profesora Normalista), gustaba del Arte, había comprado un cuadro a un gran pintor, a mi criterio, que así lo consideraré siempre, Don Abelardo Guevara Martínez, un Artista completo; esas obras en ambas casas, me inducían a indagar en esta disciplina; en diarios y revistas se hacían presentes los artistas europeos como Dali, Picasso y otros. Osada, fui donde el Señor Guevara. Sorprendido, me atendió en su casa ubicada en la calle Chillán, Numeración 3, un chalet sencillo, una casa de cuento y en su interior una suma de conocimientos.

Privilegiada adquirí información de cómo se manifestaba la cultura en San Fernando (Como mi querido padre Félix Valenzuela Núñez, quien perteneció al Coro Santa Cecilia, compañero y amigo de Ignacio Videla Díaz).

Don Abelardo (fue funcionario del Banco Estado), en esa ocasión me recibió en su casa, me escribió en una hoja blanca los materiales que debía usar, y me incentivó a comenzar a pintar; me explicó; no me fue tan complicado, aún sin experiencia ya había jugado con lápices, papeles de colores y acuarela. Fue un comenzar; pasar a otro plano de los tres tercios, que se ubican en mi vida otras superficies. Comencé una amistad que es Arte, hizo un escrito de Van Gogh; interesante que aún conservo; llegaban a su casa, es decir intelectuales, que conocí y podía escucharlos; conversaciones de contenido artístico, muy muy valioso para mí. Él era una persona distinguida, humilde, simple; vestía a una época europea, y pintaba con una maestría, con academicismo, de excelente dibujo, composición y figuras humanas muy exactas en proporciones y concretas; vivía en su tiempo, entre libros y amigos, que lo visitaban para hablar de temas relevantes; lo lamentable fue,  que no pudo continuar su pasión por la pintura, se enfermó de pulmonía, estuvo en el sanatorio donde conoció a su señora; tuvo tres hijos; les dejó un retrato de gran calidad y de conocimiento de la técnica. Don Abelardo, y sus amigos; ellos tres; Don Ignacio Videla Díaz; y Don Ernesto Labraña Contreras; (los tres pintores) en sus juventudes, inicios salían juntos a tomar apuntes, fotos, bocetos, hacer bosquejos de la cordillera, campos, ríos y de la ciudad de San Fernando, soñaban y se sentían como Monet, Renoir y Cezzanne; como cuando estos tres iban a la “plener” (aire libre) pintaban en caballete en la Naturaleza. En aquellos encuentros estaba Don Mario Labraña Guerrero y Monsieur Javier Valenzuela, Profesor de Francés (“Ceci n´est pas une pipe”, R. Magritte). Junto a ellos, ajena, me encontraba a escucharlos lo felices que eran en sus conversaciones de contenido. Ahí tomé más fuerza, a dar volúmenes a mis formas, apagar un poco mi ignorancia, que aún persiste a lo mejor está ahí.

Hoy, a la partida de don Ignacio, se termina un periodo artístico del siglo XX; de esos artistas completos y concretos e incluso integro a Italina Labraña Guerrero; (pintora Sanfernandina). Destaco y admiraré por siempre a Don Abelardo Guevara Martínez; quien no tuvo la oportunidad de desarrollar su carrera artística, destacaba como un hombre sabio, que dejó obras de calles de San Fernando.

Siguiendo la pincelada, me integré a un grupo de jóvenes en los inicios de los ochenta; donde nos organizamos como Agrupación Valenzuela Llanos; que, nos permitió ser productivos en la plástica, hicimos bastante itinerancias en nuestra provincia de Colchagua, Santiago, Pichilemu, alrededores; amigas y amigos, que algunos continuamos juntos en la pintura, fotografía, educación y otros oficios. Y hacer presente también a Ronald Varas y Antonio Arbea, que compartimos todos senderos de fracciones de tonos y matices. Al finalizar este insomnio de recuerdo, como una noche sin testigos, seguiré en líneas, en dibujo y fotografía.

Aprendí dibujo de Rodrigo Pardo Araneda, las diagonales y horizontales de las amistades, momentos inolvidables de pintar juntos hasta hoy. En diversos rectángulos y cuadrados observo y enseño a mis alumnas y alumnos. Y cuelgan en mis muros vidas y vidas; la tríada de gratitud y a esos halagos y envidias se vuelven temática para mi persona y para la Pandemia crucé cordilleras y mares que me han permitido conocer a otros artistas contemporáneos y soñar.

Texto: Yiyi Valenzuela Pinto

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