Por: Jorge Albornoz Figueroa
Escritor, Gestor Cultural, Presidente CECLA
La cosecha no se detiene; ahora es momento de presentar a una gran amiga, destacada poeta que pudo encontrar la llave de la poesía que nadie ha perdido -nos dice Elicura Chihuailaf- que la poesía no sirve para nada, y a veces es como intentar escribir en los huesos un poema a la urbe que se incendia cada amanecer, mientras Nerón canta y toca la lira popular de fuego en la torre de Mecenas, y puede y no puede ser solo el tórrido viento que en febrero deshoja pétalos de luz, y por las calles de San Fernando caminan fantasmas con ponchos de huaso, y uno siempre cree que esta vez sí, que serán las últimas lágrimas de la llorona que han de florecer como camelias y su fosforescencia por fin nos permitirá sacarnos esta venda de los ojos que llevamos como una piedra negra en los zapatos del corazón, y que ya está bueno de siglos de oscuridad, si queremos progresar, si anhelamos amar, no se diga más, la llave eres tú: todos los caminos conducen a la poesía.
ELINA TORRES VERDUGO (San Fernando, Chile)
-Poeta, escritora y artista plástica-
* Ha participado en las siguientes antologías:
* "Poesía Face to Facebook". 2021.
* "Villa de San Fernando de Tinguiririca. Poesía Patrimonial". 2016.
* "Entre Espuelas y Camelias". 2015.
* "El Amor en la Poesía" (bilingüe). 2014.
* "De Mujeres que Sueñan, nace un poema". 1996.
* Libros publicados:
* "Colección de Cuentos Infantiles El Zapato Roto". Edición Centro de Extensión Cultural LibreArte. San Fernando. Chile. 2018.
* "Cantos". Editado en Los Estados Unidos. 2015.
* Premio:
* "Reconocimiento a la trayectoria cultural". Agrupación Artistas Locales. San Fernando. 2020.
* Participa activamente:
* En Talleres, Grupos de Poesía y Encuentros de Escritores.
Tiempo
El anciano ve pasar el tiempo
sobre el ocaso.
Observa sus manos que alguna vez
fueron paraguas
o sombras
o nidos.
El anciano canta
con su voz diminuta un tango añejo,
un tic-tac
con pulso lastimero.
Es como una ventana que flota abierta
y golpea los quebrados costados de un rayo de luz,
que somete toda tibieza.
El anciano vaga solo,
deambula con una caja invisible
sobre sus hombros.
Él no sabe,
si será su último cuarto sin luz
o quizás un brasero con cenizas ajenas.
El anciano es un anciano,
cuando le cuelgan una cruz pequeña cada noche.
