El Cuervo de Poe finalmente rompió los cristales del castillo que albergaba tu existencia (idéntico es el castillo que cobija las nuestras Amigo). ¡A las seis de la tarde toreaste a la Muerte! Federico García Lorca hubiese escrito para ti A las Seis de la Tarde y soltado el llanto. Neruda por ti hubiera pintado de azul los hospitales. Caíste como cae un Rebelde. Tu mirada y el cañón de tu intelecto quedáronse señalando el cielo. Le regalaste (siempre fuiste generoso) tres horas a las estrellas, para que acudieran a despedirse de ti. Jugaste a unirlas con euclídeos trazos, mientras, desde la copa de un árbol, el Cuervo sin cesar graznaba ¡Nunca más! Una tímida hoja de otoño dibujó en el aire un Eterno (nos pareció) y Grácil Bucle de la Trenza Dorada de Escher, Bach y Gödel. El firmamento reagrupó tus líneas y con novedosas geometrías anunció para ti un Nuevo Amanecer de luz sin mácula. Y el Cuervo no dejaba de graznar ¡Nunca más!
Entonces tus personales amigos de la vida nos negamos a beber del Nepenthes del olvido. Girasoles de Van Gogh dan vueltas en nuestras cabezas ¡Turbulencias! La tierra hierve bajo nuestros pies. ¡Ha caído un matemático! Al otro lado del espejo el otro es el mismo, discurrimos. Triturador de viejos moldes y alfarero de nuevas consideraciones, tejedor de elucubraciones y solitario como número primo rasgando el infinito, acróbata de la recta numérica y Cousteau de los abismos insondables de sus cortaduras, ciudadano de derecho en el Paraíso de Cantor y rapsoda errante de Aleph en Aleph, de infinitos anidados dentro de infinitos en terribles dinastías. Enemigo de los autoproclamados custodios de la Humanidad. Innúmeros de amaneceres dorados para ti. Con Ramanuján y la diosa Namagiri, sorprendido escuchando al asceta hindú hablar de Dios y teoremas. Con Abel y Galois, sorprendidos ellos, ahora, al enterarse que ambos cometieron el mismo error buscando una solución a la Quíntica. Platicando en la esquina de un cuadrado mágico con Durero. Sentado a la mesa con todos los Bernouilli y tú al lado de Johann, asintiendo con tu cabeza: Sí, la Regla de l'Hôpital es la Regla de Johann Bernouilli. En el despacho de Fermat, buscando en el piso la extraviada hoja con la maravillosa demostración de su teorema, aquélla que no cupo en el margen de su Diofanto y que la Humanidad, durante cuatro siglos, con matemáticas de su tiempo, ha sido incapaz de rehacer. Con tus brazos abiertos y tus hombros encogidos en la línea divisoria entre “formalistas” e “intuitivos”. Junto a Cantor dando golpes en la recepción del Gran Hotel Infinito de Hilbert, casualmente con infinitos pasajeros, exigiendo habitación porque, paradojalmente, las hay en infinitas cantidades. Sentado en la maleta del húngaro Erdős, otro rapsoda como tú, transformando cientos de tazas de café en teoremas. Divirtiéndote solucionando Problemas de Fermi…con Fermi. Junto a Hardy en el Trinity College, factorizando números al azar, creando patrones nuevos, maldiciendo las guerras y tapando espejos. Cual Hombre del Vitrubio, contenido en el lugar geométrico de todos los puntos de tu humana existencia. Cumpliendo sueños que ningún mortal, excepto tú, se haya atrevido jamás a soñar.
Sabido es que cada cual tiene asignada su hora. El Cuervo dejará, una y otra vez, su ribera plutónica, e inexorablemente, con su graznido pregonero de ¡Nunca más!, anunciará la partida de cada uno de nosotros, tus amigos. Allí, donde el tiempo (y todo) es sólo una metáfora, nos reencontraremos. Estarás hojeando un vetusto mamotreto o extasiado contemplando un detalle surrealista de La Persistencia de la Memoria de Dalí. En el dintel de entrada a tu morada, en orgánicos números, 832 leeremos (disculpa, olvidamos que este es el Año 23 del Siglo). Entonces ya, definitivamente, seremos compañeros de radiantes amaneceres. En ocasiones, rigurosos peripatéticos, en los jardines de un Princeton Celeste, caminando al lado de Einstein y Gödel, escuchando sus conversaciones en sagrado silencio. O bien en el despacho de Cauchy, buscando con insano afán los trabajos extraviados de Galois para devolvérselos a la Humanidad ¡Debe existir alguna manera! Visitaremos universos con más átomos que el nuestro, sólo para contemplar el desfile de copias idénticas a nosotros mismos por doquier. Por divertimento, poseídos del espíritu de un Milón de Crotona y de su principio de progresión, a la mismísima Biblioteca de Babel con sus hexágonos pondremos sitio, para buscar con frenesí nuestras propias Vindicaciones, el Libro de nuestra Apología, de cuando éramos sólo carne. ¿Qué son 25 trozos de cuerdas enrolladas caprichosamente, a las cuales la raza humana ha denominado letras, en comparación al Aleph de las líneas? O un único trozo de cuerda que adopta infinitas configuraciones, en particular 25. Un trozo de cuerda que además posee infinitos modos de vibración que explica universos de todas las dimensiones posibles que pueden existir, en particular 11, las dimensiones de nuestro universo. La Escritura de Dios, en un trozo de cuerda, aun así, de infinitos puntos Amigo.
Martes 18 de Abril del Año 2023, Siglo XXI de la Era Cristiana. Desde el dintel de la entrada al Camposanto, El Cuervo graznó ¡Nunca más! por última vez. Extendiste hacia nosotros tus largos brazos, y, en un nudo de ocho almas, traspusimos el umbral de la Necrópolis y, delicadamente, te depositamos en el Maelstrom, el gigantesco remolino que te llevó vertiginosamente, de una vez y para siempre, al Polo del Cosmos de Poe, Lovecraft, Durero, Dalí, Abel, Galois, Ramanuján, etc. Los Arquitectos de la Humanidad.
Ilustración:
Raúl Maraboli (UCh) Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Diego Jove (Ing. Civil/UCM) Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Texto: Darwin Vega (Ing. Civil/UCh) Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Centro de Estudios JOBC San Fernando