La megasequía y destrucción del medio ambiente han sido conversaciones obligadas durante los últimos años, pero no va más allá, pues la acción humana se queda en la mente, sin tomar serias cartas en el asunto, pese a las evidencias claras y contundentes que salen a la luz en todo momento.
Para demostrarlo de forma simple, basta solo con pensar en los inviernos de hace 15 años atrás y lo colorido del paisaje rural que existía para la misma data. ¿Qué nota? Efectivamente, las lluvias no son iguales ni tampoco hay tanto "verde" en el paisaje, lo cual tiene estrecha relación con el humano, al ser quien destruye el entorno justificando sus actuares como "avances", omitiendo completamente que traen consigo solo una cosa: destrucción y autodestrucción.
Los "avances" podrán dar resultado, sin embargo, en su mayoría solo permiten obtener beneficio monetario a gran escala, ya que son muchos quienes alteran profundamente el entorno e introducen especies que secan las napas subterráneas con la finalidad de tener mayores ganancias. Varios de ellos actúan bajo la frase: "No creo que pase nada, ¿cómo va a ser tanto?", e incluso sindican a la megasequía, producto del cambio climático, como un fenómeno natural, no obstante, está comprobado científicamente que el responsable del cambio climático y sus consecuencias, es el ser humano.
El recién pasado 2021 tiene el triste récord de ser el año más seco y caluroso en la historia, sumado a presentar el invierno más seco y con menos lluvias en la zona central jamás registrado. Aquello es alarmante, porque con mayor velocidad: (A) Se secan los cuerpos de agua, entendiéndose estos como los ríos, canales, esteros, humedales, lagunas, napas subterráneas y glaciares, por nombrar algunos; (B) Mueren animales, al no tener el suficiente forraje para alimentarse ni tampoco el agua que beber; (C) La agricultura, principalmente la pequeña, desaparece; (D) Aumenta la desertificación de los suelos; y (E) Más personas sufrirán racionamiento de agua potable, pues el recurso vital escasea. Todo esto, sin perjuicio del daño económico asociado.
Los años venideros no son especialmente auspiciosos, de hecho, se prevé que cada vez el escenario vaya empeorando y sea menos probable que tengamos inviernos lluviosos, disparándose el riesgo de años secos, por tanto, aumenta también el peligro de tener incendios forestales capaces de destruir flora y fauna. En lo que va de la presente temporada se han quemado 4 veces más hectáreas por incendios forestales que la anterior, totalizando 31.874, lo que es el equivalente a que las llamas consumieran completamente Rancagua y casi la mitad de Placilla, o bien, el 75% de Santa Cruz. Si lo unimos con la escasez de lluvia capaz de posibilitar el crecimiento de las especies quemadas, nos arroja como resultado una desertificación a pasos agigantados.
En síntesis, la especie humana destruye y se destruye a un ritmo sin precedentes, lo cual es preocupante, porque se está privilegiando el dinero que generan esos "avances", por sobre la vida misma, ante lo que pregunto: ¿De verdad seremos inteligentes?
Javier Osorio O.
Ex Vicepresidente Interno Federación de Estudiantes USS, sede Santiago
Estudiante de Derecho UAH