…ME OLVIDE DE MI ALREDEDOR… … Ya no estoy solo, el celular no me abandona

Columnas y Artículos

En el cielo, en la tierra y en todo lugar. En el comedor, la cocina, el baño, el auto, la micro. En todo lugar. Suena ya como bíblico.

Me entrega toda la información que quiero de todos los continentes, o sea, del mundo. Lo observo, casi por inercia se lleva la cuchara a la boca, el sorbo de café, un pedazo de pan (no se ve el color, la textura, materia), solo el sabor porque se siente, lo demás no se mira. Los ojos y la atención están en el celular. Tampoco es toda la atención, depende del spertis y velocidad que le dé el dedo usado.

 Hijo ¿me hablaste? ¿alguna actividad en el colegio? Disculpa… ¿En qué curso estás? ¿Cómo se llama tu profesor? Papá, no es profesor, es profesora. El sábado jugaré fútbol, ¿me acompañarás? Mmm, llueve en África y es verano. Messi se fue a Estados Unidos, China y Rusia demostraron su poder bélico. Pasa la pantalla hacia abajo y hacia arriba movida por el dedo.

¿En qué curso estás tú Verito? ¿Y tú Vladimir?

Parece nota de un estúpido. Esta es la distancia que produce el celular en la familia. Pero bueno, sé que llueve en verano en África, que Messi se fue a Estados Unidos y que Rusia y China han demostrado su poder bélico.

¿Me hablaste hijo? Siiii, pero hace rato. No insistí porque has estado muy ocupado “trabajando con tu celular”. Perdón, estabas acá. ¡¡Papá, llegamos juntos!! Disculpa hijo.

Más tarde, antes del sueño reparador, la asesora del hogar, que había asistido a la reunión de apoderados de la Verito, les comunica que la profesora había planteado la posibilidad (considerada necesaria) de prohibir que los alumnos tuvieran su celular en clases, por la distracción que producían respecto a la atención de aquello más importante y principal. Los papás, mientras miraban sus respectivos celulares, hablaban respecto a la decisión que se les comunicaba. Al parecer la encontraban muy acertada; cuando iban a decidir su posición, justo a uno de ellos le llegó un mensaje. No tuvo prioridad la decisión, quedó pendiente.

Revisando algunos datos que entregaran un poco de luz respecto a la temática “celulática”, la mayoría refieren al comportamiento y consecuencias del uso por parte de los niños, pero poco sobre el exceso de pantalla por parte de los adultos, como tiempo, horario, lugares, circunstancias. Si los padres o hermanos mayores están sumergidos en sus teléfonos móviles, computadoras o televisores, están “entorpeciendo el tiempo de calidad e interacción que deberían tener con los niños menores”.

Falta la reflexión, tal vez, sobre la prioridad que damos a las pantallas sobre la interacción social. Sobre todo, ahondar en la nomofobia, como una de las patologías del siglo veinte asociada a la tecnología.

El chupete digital, tal vez podría empezar a disminuir, cuando la relación verbal, el análisis de las vivencias, los abrazos explícitos, el trote en la pradera, el relato del cuento, la pesca en el río, la caminata, el intercambio verbal de las experiencias, y otras; hagan olvidar por algunas horas, no que existe el celular, sino que es posible dejarlo tirado algunas horas para convivir más humanamente que tecnológicamente.

El antecedente nos indica que el 90 % de los niños de entre diez y catorce años ya tiene celular. Los adultos consultan su móvil unas treinta y cuatro veces al día, y los niños y adolescentes casi constantemente.

Papá quiero contarte algo. Espera hijo un momento, me llegó un mensaje. ¿Más importante que el mío?

Germán Muñoz Castillo

Profesor

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