San Fernando comuna pionera en celebrar Día Mundial de la Poesía

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Corrían los primeros meses del año 1999. Había todo tipo de temores para ese periodo de la humanidad. Que el mundo se terminaría, que las bombas atómicas se activarían, que el calendario maya tenía toda la información para la llegada de pestes y muerte, etc. etc. Reconozco que me tenía preocupado el ambiente reinante.

Yo trabajaba en un Centro de Rehabilitación para Menores, donde hacía clases a los jóvenes y señoritas de esa institución.

Cómo supe del Día Mundial de la Poesía:

Fue en los primeros días de marzo de 1999, mes que tuve que viajar a Valparaíso a dejar a un joven de la institución donde trabajaba, viaje en el que me acompañó don Luis Torrealba en un furgón de la entidad, (como anécdota, quedamos en panne en aquella ocasión). Cuando veníamos de regreso, sintonizamos la Radio Tierra, medio donde trabajaban mis amigos Pedro Lemebel y Pedro Enrique Tobar. Ellos hicieron una intervención, donde comentaron que pronto se celebraría el Día de La Poesía, era un recordatorio y un llamado a conmemorar esta fecha, donde destacaban la importancia de los bardos y luego saludaron algunos poetas, entre esos me saludaron a mí. Bueno, ese llamado fue un susurro para mi corazón y un compromiso con esta fecha.

Recuerdo, haber divagado mucho con esta idea, la comenté entre mis pares, entre personas relacionadas con el ámbito cultural, con los trabajadores y trabajadoras de la Casa de la Cultura de San Fernando, con el Centro Cultural Pablo Neruda de San Fernando, pero no obtuve atención. Repaso con nostalgia, que era tanto mi insistir y no fui escuchado, más aburría que conquistaba.

Ese 21 de marzo 1999, pasó sin pena ni gloria, pero no dejé de runrunear sobre esta fecha, bueno, la verdad es que serían dos, ya que andaba reclamando también por qué no celebrábamos los natalicios de Óscar Castro Zúñiga, poeta rancagüino y el cumpleaños de nuestra Nobel Gabriela Mistral; recuerdo que por esos años solo celebrábamos las fechas del vate Pablo Neruda, ya que había una institución que trabajaba con su nombre, el Centro de Extensión Cultural Pablo Neruda de San Fernando. Mi reclamo era tan locuaz, que según me dijo el músico y poeta Sergio Terán Cortes, cuando yo hablaba de estas iniciativas mis ojos se abrían tan grandes, como también mis narices. Pero mi amigo Sergio fue educado, respetuoso y se daba el tiempo de escuchar mis fantasías culturales; fueron largas y bellas conversaciones, de allí salieron mis tres primeros libros artesanales, que él me imprimió en su negocio (es otra historia).

El año 1999 pasó rapidísimo y llegó a su fin. Los pronósticos que se auguraron no sucedieron, aunque algunos construyeron refugios, otros se mataron colectivamente, otros nos quedamos en el susto y la vida continuó con sus gritos y alegrías.

Pero para mí, el Rigoberto testarudo, continuaba su tarea de reclamos, que Gabriela Mistral, que Don Óscar Castro, que el Día de la POESÍA y pa’ más remate, ahora agregaba otra lucha más, la valorización visualización de los Artistas Locales. El problema es que nadie me escuchaba y menos atendían a mis reclamos, que, según para mí, eran de lo más justos. El destacado poeta Lorenzo González Cabrera, con el tiempo me confesó, que cuando me veían venir, todos los reunidos salían corriendo, para que este poeta insistente no les volviera a recordar o reclamar sus delirios, como si ellos tuvieran la culpa. De hecho, Lorenzo sacó un artículo en el Diario Sexta Región, que habla de mi insistencia, un párrafo que tiene por título, Un poeta obligado. 

Con el tiempo presionando, ese año 2000 y con la fecha 21 de marzo que se acercaba, un día en la Avenida Bernardo O’Higgins con Manuel Rodríguez, San Fernando, recorrido habitual de este gestor cultural, me encontré con la bella y amable Clarita Farías, que había conocido en Radio Colombina… conversé un poco ella, hasta que mi ímpetu interior me gritaba, díselo, díselo, pero yo me negaba por susto a otro rechazo. Finalmente, me di ánimo y la abordé con mis penas y reclamos, donde le expliqué que nadie me escuchaba y menos les interesaba la importancia de Día Mundial de la Poesía. Clarita, con su ternura de siempre y con delicadeza de mujer fina, me escuchaba y me envolvía con ese corazón de madre buena; ya casi al final de la conversación, Clarita me propone una solución, hacer un programa para esa fecha en Radio Trigal; sería un programa para público mayor, era un espacio ideal para canalizar este reclamo, pusimos hora, fecha y ¡ya! manos a la obra.

Recuerdo que busqué información, compré algunos libros en la Librería Morales. Uno de esos hermosos libros, fue Los Gemidos del poeta Pablo de Rokha, que adquirí con recursos de mis bolsillos, una irresponsabilidad de mi parte con mi familia, pero yo estaba deslumbrado con esta lúdica empresa.

Por fin llegó el día tan anhelado. Estaba exultante, recuerdo que tenía turno de noche en mi trabajo. Salí temprano de Chimbarongo, me despedí orgulloso de mi familia y me fui casi corriendo al encuentro con Clarita y ese maravilloso programa. Era tanta mi emoción, porque valoraba que alguien me había escuchado y que podía contarle al mundo, que ese día se celebraba en todo el planeta, el Día Mundial de la Poesía. Nos juntamos con mi ángel en las oficinas de radio Colombina y nos fuimos caminando hacia Radio Trigal. Yo iba contento con mis libros, con mis sueños al máximo de mis energías, pensaba y fantaseaba qué iba decir, me aconsejaba a mí mismo, que debía reafirmar que esta fecha era un gran desafío para la humanidad y para el Arte Local.

UUUUFFF, evoco con emoción la voz de Clarita Farías al iniciar el programa, especialmente cuando ella explicaba en qué consistiría el programa de ese 21 de marzo de año 2000, ella leyó sobre los artículos emanados de la UNESCO, hicimos el concurso, hubo algunos llamados (creo que 10), no recuerdo muy bien. El programa se terminó a la hora que debía terminar, ni un minuto más, ni un minuto menos, yo estaba sudado, con la boca seca, pero contento, inmensamente contento por lo sucedido.

Clarita se tuvo que quedar en la radio. Yo me retiré dando las gracias casi a gritos, cerré la puerta de la emisora y salí por poco casi levitando, mi corazón ya se salía de mi pecho por lo vivido, me sentía orgullo y victorioso. Fue así como dimos inicio al Día Mundial de la Poesía en San Fernando y, me atrevería a decir, a nivel regional; ya han pasado 24 años y sigo gritando por esta fiesta universal, muchos y muchas se han sumado a esta tarea, muchas y muchos han dado de su tiempo para visualizarla, muchos y muchas han gastado más de lo que debieron gastar, con la idea hacerla carne viva en las comunidades. Somos muchos los que trabajamos realzando el valor del Día Mundial de la Poesía, con un objetivo. Dejar algo para las próximas generaciones.

Rigoberto Meriño

Poeta y gestor cultural

Recordar nos hace bien.

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