Que todo cambie para que todo siga igual

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Terminado el proceso constituyente fluyen los nuevos titulares, elevan el poder del pueblo, y se esconden las tragedias y las amenazas.

A casi dos semanas de la elección del cuatro de septiembre por la aprobación o rechazo de la nueva constitución presentada a la ciudadanía, donde un 62% dijo rechazar la propuesta, y el 38% dijo aprobarla.

Más allá de las propias reflexiones sobre el resultado, pasando por el inicio de la convención y posteriormente por la defensa o la crítica de esta, había mantenido silencio, porque “confiaba que el pueblo tenía la soberanía para hacerlo”, y eso debe respetarse siempre.

Pero producto de leer tanto comentario posterior, tanta información y principalmente el notable peso sobre los errores de los convencionales, de estrategias, de propaganda, de poca claridad, y en definitiva de tanta cruzada y triunfalista reacción, principalmente de la derecha política, como si hubiera ganado algo el país.

Entonces por normal actitud, y en esfuerzo de justicia, reinicié mis lecturas y análisis respecto del proceso, concluyendo una vez más casi en lo mismo de siempre. Hablar mucho y fuerte del resultado “que se ve” y olvidar todo sobre los métodos y los efectos que tendría para las personas, principalmente para los más necesitados, después de visitar las urnas.

La inmoralidad, el interés particular, las mentiras y lo maquiavélico “que no se ve” y que luego asquerosamente se olvida, se normaliza, se aleja de los análisis, y todo moralmente sigue igual. Simplemente porque ya pasó.

Sobre lo anterior hay un antecedente, y seguramente muchos más, y son las acciones realizadas y conocidas por un exconvencional a través de avisos radiales y spot en redes sociales, donde queda muy claro que la información que intencionadamente entregaban “era sesgada”, manifestando la mentira y escondiendo la verdad. “Sí tienes dos casas, te quitarán una. Para salud solo existirá Fonasa y desaparece la salud privada. La educación particular desaparecerá. Los fondos de pensiones, al morir el dueño, se perderán pasando al estado”. Y así, suma y sigue. (Que iluso el autor de esta nota. Siempre ha sido así, y seguirá siendo, se dirá tal vez.)

Pero si estas y otras maniobras que se realizan y que no son compatibles con las éticas, con las correcciones, con las verdades, con las buenas armas, con los correctos argumentos, con las intenciones torcidas alejadas de los valores; las estrategias maquiavélicas y otras; nunca aparecen en los análisis posteriores de las elecciones, y vaya que son hartas e influyentes. Claramente las mentiras abundan (fake news) le llaman ahora, tal vez para que la gente más sencilla y sincera no sepa que simplemente son las “noticias falsas” que usan para asustarlas e influir en ellas.

Con mucho respeto cierro esta columna formulando una pregunta. ¿La mayoría de los electores más sencillos y pobres votarían rechazo porque no le gustó el contenido del texto o porque fueron víctimas de una campaña de terror que decía que hasta perderían su plata que tenían en las AFP?... Además, existe un dato que dice que solo el 30% habría leído el texto. ¿Con qué motivaciones habrá votado entonces el otro 70%?...

Germán Muñoz Castillo

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