Tras pasar los días de Navidad, donde los centros comerciales están abarrotados de personas comprando de forma apresurada, los espacios públicos adornados con motivos navideños, mientras en la Plaza de Armas de San Fernando, sobresale un imponente árbol blanco de Navidad, el cual ilumina la noche, mientras muchos se fotografían con dicha postal.
La celebración de la Navidad siempre ha estado muy ligada al estilo carnaval, siguiendo el trasfondo pagano de las Saturnales del Imperio Romano. Es más, la Navidad para Chile y Sudamérica está ubicada en el calendario, en el solsticio de verano, por tanto, más ligado al espacio público, mientras para el hemisferio norte, el solsticio de invierno, entonces un festejo más íntimo y privado.
La tradición navideña, traída por los españoles e internalizada por la población mestiza desde el periodo colonial, época donde las festividades religiosas eran las únicas, las que fueron organizadas y financiadas por el Cabildo. Estas celebraciones incluían diversos tipos de representaciones, entre ellas el teatro, donde se montaban obras con representaciones propias del nacimiento de cristo, donde sus actores muchas veces eran prisioneros españoles. Comúnmente el pueblo no asistía a estas representaciones, sino que prefería la entretención en chinganas o ramadas. Además, se armaban pesebres en distintos lugares, en las iglesias, capillas y casas, la que era visitada de forma masiva por la población, lo que provoco que la autoridad eclesiástica de la época intentara de prohibir la instalación de estos pesebres.
La Nochebuena, en las iglesias, se caracterizaba por los estrepitosos ruidos generados por las matracas, gallinas, cerdos que eran llevados a la iglesia. Mientras un niño era presentado para proclamar el nacimiento de Cristo.
Durante el siglo XIX, las celebraciones de la Navidad eran realizados tanto por ricos como pobre, principalmente en las distintas plazas de armas. En ellos se conjugaba el espíritu religioso, pero también sobrecargado a los festejos y también los desórdenes, lo que provocaba el reclamo de la elite en la prensa local. En estos excesos, el que provocaba más reclamo era el desmesurado consumo de alcohol. En las fondas y chinganas que se instalaban, se bebía, bailaba y cantaba hasta alta horas de la noche, luego de los oficios religiosos. Por lo anterior, el periódico La Razón de San Fernando, en 1888, afirmaba que la policía local prohibiría el festejo en la pila de la plaza a la gente del pueblo.
Estos desórdenes en los festejos navideños, fue uno de los factores que la celebración sufre a fines del siglo diecinueve una privatización de las prácticas, en especial de la elite. Quienes se refugiaban en sus elegantes hogares, la celebración navideña era con la familia y cercanos, mientras que serán los distintos barrios obreros ya en el siglo XX, los que se encargan de realizar bailes o fiestas navideñas, haciendo los festejos segregados.
En San Fernando, uno de los barrios que siempre congregó celebraciones fue la población obrera San Martin, donde el club Deportivo San Martin era el encargado de organizarlos. En 1956, la prensa local comentaba: “Estos bailes se efectuarán los días 24,25, 31 y 1 de enero, para lo cual se cuenta con un buen conjunto orquestal y un regio buffet a precios moderados, el cual estará atendido por simpáticas damas”.
Uno de los símbolos íconos en la actualidad, como son los árboles de Pascua, los que son introducidos como parte del ritual a mediados del siglo XX, traído por los europeos que llegaron al país, en especial al sector sur de Chile. En una primera instancia estos eran instalados en las plazas públicas, siendo evidenciado durante gran parte del siglo XX, en distintas localidades. En 1958 el periódico la Región indicaba: “un gigantesco pino en la plaza de Armas ubicado frente a la Intendencia e ilumina todo el costado de la calzada para que el pueblo celebre esa noche esta tradicional fiesta. En ese mismo sector, la Banda Instrumental del Regimiento Colchagua ofrecerá desde las 20 a las 24 horas una retreta con música clásica y popular”. Luego, a mediados del siglo XX, la clase alta llevara la tradición del árbol de Pascua al espacio privado, esmerándose resaltar la diversidad de adornos. Décadas posteriores, será una costumbre adoptada por los otros sectores sociales, donde una rama de ciprés, y luego de pino, las que se vendían en varios puntos de la ciudad, eran decorados alegremente por las familias semanas antes de la Navidad, y desmontado posteriormente a la fiesta de los Reyes Magos el 5 o 6 de enero. En la comuna de San Fernando, el sector de Roma es conmemorado como la Pascua de los Negros, aludiendo al festejo que realizaba los esclavos del sector, en el periodo colonial. En los sectores rurales, se reza la novena del Niño con la participación de cantores a lo divino.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la pobreza evidente del país provocaba la inquietud de ir en ayuda por los niños, eran comunes varias organizaciones dedicadas a repartir juguetes a niños de escasos recursos. Fue el caso de la Comisión Pro Pascua de los Niños Pobres de San Fernando, quienes meses antes efectuaban diversas actividades culturales y deportivas, como un partido de futbol en 1957 de la selección de San Fernando vs Colo Colo, para reunir recursos. Durante la Navidad, estos juguetes y pan de Pascua eran repartidos en los propios hogares de los menores. El periódico de la época publicaba el sentimiento de quienes asistían a la actividad: “quienes se sentían altamente complacidos de la misión encomendada por cuanto habían conseguido llevar un poco de felicidad a los hogares modestos, recibiendo los agradecimientos infinitos y la palabra bondadosa de la gente modesta”.
La fiesta navideña que estamos a días de celebrar, ha ido variando a través de los periodos de nuestra historia, siendo una constante lo carnavalesco, en especial en las clases populares. Por otro lado, en una primera instancia las celebraciones solo fueron de carácter público, tanto en las iglesias, como las plazas públicas, para luego ser un ritual más ligado al ámbito privado en los hogares. Claramente, hoy también inundado de su carácter comercial y con simbolismos ya globalizados. Si aún se valora, la importancia de estos rituales como parte de la conformación de nuestra comunidad.
Por Víctor León Donoso