La semana pasada, Carolina Vega, rectora del Instituto Nacional, compartió una carta donde lamentaba la estigmatización de sus estudiantes. El texto respondía a los comentarios de autoridades, que hacían eco de las imágenes con las que el establecimiento se presenta en los medios de prensa y redes sociales: las de violencia, tomas y radicalismo de un colegio donde ya no se estudiaría, sino que se combate. Pero esa parte no representa al todo.
En el último tiempo, he podido visitar el Instituto y, desde estas experiencias, lamento que las buenas noticias no “vendan” ni se conozcan como merecen. En estas visitas, he presenciado las actividades de sus academias literarias, deportivas y científicas, en cada una de las cuales sus estudiantes son organizadores y protagonistas. Esta semana, asistí a la celebración del 9° aniversario de su archivo histórico. La solemnidad y cariño que su rectora, docentes, estudiantes y exalumnos profesan a su colegio es digna de destacar, desde el momento cuando entonan el himno nacional y el del Instituto, portando con orgullo su estandarte, hasta la seriedad con la que abordan los diálogos y exposiciones de las materias académicas que los congregan.
Aun reconociendo la crisis que ha enfrentado en los últimos años (expresión de la que vive el país), el Instituto Nacional va mucho más allá de los grupos y acciones violentistas que hacen noticia. Es de esperar que esa gran mayoría que no figura en los medios sea el verdadero motor y modelo de un establecimiento que, precisamente, fue concebido como tal para el sistema educacional de nuestro país. El Instituto no necesita más crítica, sino el apoyo de las autoridades y de la sociedad para que esas iniciativas invisibles prevalezcan y sigan dando vida a este insigne establecimiento.
Por María Gabriela Huidobro
Decana de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales
Universidad Andrés Bello
