La fértil tierra del valle central está cada vez más cubierta de cemento. Las ciudades continúan su incesante expansión, al punto que sus calles y avenidas se extienden como brazos para saludar a alguna urbe cercana.
No son pocas las que han concretado este abrazo burocrático.
Sin embargo, así como el desierto más árido del mundo da paso a un breve tiempo de abundante florecimiento; en el cemento opaco suelen aparecer agrupaciones de diversos colores cuando se mezclan los fluidos -que botan algunos vehículos que transitan por las calles-, con el agua de las lluvias de invierno.
En consecuencia, el vehículo motorizado actúa como un insecto primaveral: fecunda al cemento con su líquido viscoso para dar vida a una bella franja de colores.
Estos espectros visibles, que adornan brevemente a la ciudad, se asemejan a nebulosas del universo, las que tanto fascinan a los astrónomos y a los poetas. Y desde un punto de vista artístico, es posible complementar que parecen pequeñas obras surrealistas.
Algo ha de florecer en las calles urbanas y que deleita a nivel visual; no obstante que al tacto sea una asquerosidad.
Patricio Balocchi Iturra
