Sus compañeros se burlaban de él por ser amanerado. Tuvo temor de ir al colegio. El bullying fue una constante durante su infancia y juventud. "Siempre fui el colita del curso", recuerda. A sus 50 años, este estilista que las oficia de profesor en el Taller de Peluquería de la Oficina de la Mujer de la Municipalidad San Fernando, nos cuenta su vida, de cómo enfrentó sus propios miedos y de cómo ha visto cambiar a los chilenos, que ahora, nos aceptamos más los unos a los otros.
¿Cómo empezaste en la profesión?
Todo partió en Santiago cuando tenía 14 años. Siendo aún un niño, hice un curso de peluquero para hombres y mujeres, pero como quería dar clases, tuve que estudiar para estilista. Eso lo realicé una vez que egresé de cuarto medio, ingresando al Instituto Santa María, que se ubicaba en Román Díaz con Providencia.
¿Siempre te gustó el tema?
Desde chico supe que quería ser estilista. No me fue fácil dedicarme a esta profesión, pues sufrí mucho bullying por parte de mis compañeros, primero en una escuela básica de Peñalolén y después en el Liceo Mariano Egaña.
¿Debe haber sido muy fuerte?
El hecho de ser amanerado me transformó en el hazmerreír de mis compañeros. Antes te decían "maricón" o "colita". Incluso, una vez, me pegaron fuera del colegio por mi orientación sexual. Sin embargo, de primero hasta cuarto medio, tuve dos compañeros que me defendieron siempre. Ellos eran más grandes y me protegían porque yo era "pollo" y me dejaba pasar a llevar.
¿Habrán cambiado las cosas?
Han pasado los años y ahora mis compañeros de entonces me ven con otros ojos. En las juntas que hacemos de vez en cuando veo a algunos que se burlaban de mí y están avejentados y gordos. Sin embargo, lo más importante ocurrió cuando dos compañeras se me acercaron y me pidieron disculpas por el bullying que me hicieron cuando éramos niños. Como no soy rencoroso, he sabido perdonar.
¿Cómo se puede luchar contra el bullying?
Para eso es importante que los padres estén atentos ante posibles señales que emiten los niños que reciben o pueden recibir acoso. Ellos deben contenerlos y tener una mayor comunicación con sus hijos, siendo esto algo básico para evitar el bullyng, que también se da con los gordos, los chicos, los altos y los inmigrantes, es decir con muchos tipos de personas.
Pasando a otro tema. ¿Con quienes vivías en Santiago?
Allá estaba con mis padrinos, Amalia Machuca Olivos y Ramón Roa, quienes me criaron desde que tenía 15 días, pasando a ser mis verdaderos padres, aunque no podría decir que fui adoptado por ellos, ya que mi madre biológica, Clementina Moya Olivos, nunca me ha dejado y siempre ha estado conmigo. Ella, quien era prima de mi madrina, trabajaba mucho y no podía mantenerme. Mi padre, en tanto, a quien no veo hace 14 años, aún está con vida y es un pastor evangélico que vive en la capital.
¿Por qué te viniste a San Fernando?
Hace 16 años mi padrino había fallecido y mi madrina se enfermó. Le vino una trombosis y los médicos nos señalaron que sino la sacábamos de Santiago se iba a morir. Ella estaba postrada en cama y mi hermana me dijo vámonos a San Fernando, donde nosotros tenemos familia. Un 1 de julio nos dijeron llévensela y un 1 de agosto ya estábamos acá. El clima y el cambio de aire le hicieron tan bien que volvió a caminar y estuvo junto a mí por quince años.
¿Que nos puedes contar de lo sentimental?
Hace 14 años que vivo con mi pareja, de quien me siento muy orgulloso. Él se llama John Fuentes y fuimos los primeros gays en contraer la Unión Civil en San Fernando. Conozco a muchas otras parejas que se fueron a San Vicente o Chimbarongo y yo dije no, si voy a hacer mi Unión Civil va a ser en San Fernando. Fue un paso muy importante para nosotros, ya que todos merecemos ser respetados como personas.
¿Te gustaría adoptar?
Muchos me han preguntado si adoptaría, pero no lo haría, porque soy libre y me gusta la libertad, sin embargo, el que quiera adoptar está en todo su derecho. En lo personal, tengo tres sobrinos en San Fernando, Maxito de 14 años, Amalita de 7 y Amandita de 3. Ellos son como mis hijos y los adoro.
¿Cuéntanos de tu trabajo en la Oficina de la Mujer?
Allí dirijo el Taller de Peluquería y en total tengo unas 70 alumnas que aprenden lavado, trenzas, masajes, cortes, color o tintura, permanente de pestañas, manicure, depilación y visos de queratina. Ha sido una gran experiencia. Un 50 por ciento de mis egresadas están trabajando en sus casas y otras se han instalado con sus propios salones. En la Oficina de la Mujer siempre he tenido una gran acogida de parte de Karina Valenzuela y de la señora Marybel Villa, quienes han sido un siete conmigo como personas.
¿Cómo crees que te ven los sanfernandinos?
Me siento querido y respetado en San Fernando, pero tampoco soy monedita de oro para caerle bien a todos. Percibo el cariño de la gente por mi labor social y por ser el único varón que trabaja en la Oficina de la Mujer. Me costó mucho acostumbrarme a esta ciudad y a su gente, que es muy especial, y a la que hay que saber comprender y conocer. Ahora, si me preguntan si volvería a Santiago, no lo haría. Ya soy sanfernandino, ya me quedé, y eché raíces aquí. Aprendí a querer esta ciudad de a poco. Con San Fernando pasé del odio al amor./
Por Emilio Benavides Terzolo