Árbol Encarcelado

Columnas y Artículos

No conoce la libertad y es difícil que algún día lo logre, ya que ha nacido prisionero y su sentencia es perpetua. No hay abogados que quieran defenderlo, a pesar de su evidente inocencia. Al menos, podría optar a algunos beneficios como reducción de su pena por buena conducta, la que en realidad llega a ser excelente: jamás ha intentado fugarse e incluso, su presencia decora y embellece al recinto carcelario, al ofrecer algo de vida al abandonado y otrora insigne monumento.

Quizás podría ser cambiado de celda o habilitar un lugar donde su existencia pueda ser dignificada. Por ahora, su único consuelo es asomarse entre los viejos barrotes de aquella ventana para respirar el fresco aire matinal de levante y contemplar por las noches a las estrellas. De esta manera, ha de vivenciar la tan utópica libertad: al percibir la infinitud del Universo, que a su vez, lo ha de inspirar a extender sus ramas hacia el cielo, mientras sus raíces se sumergen poco a poco en las entrañas de la tierra.

En algunas ocasiones, es posible leer en diversos medios de comunicación sobre cómo han de abrazar la impunidad quienes han cometido delitos de diversa índole. Sin embargo, para el caso de este árbol la sentencia es irreversible: ha sido condenado por nacer en el lugar equivocado.

Antiguo recinto penitenciario de San Fernando, ubicado en la esquina de las calles Argomedo y Olegario Lazo.

Texto y foto: Patricio Balocchi Iturra

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