"El tiempo que duró nuestro amor, tú me hiciste feliz"

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En los últimos minutos de este viernes, falleció en Santa Cruz tras rápida enfermedad don Mario Antonio Grez Lorca, quien fuera por varias décadas funcionario de la Ilustre Municipalidad de Pichilemu y entre 2016 y 2019 director del diario El Marino de esta ciudad.

Nació en el seno de una familia modesta y trabajadora, en los albores del 30 de agosto de 1954, a cercanos metros de la ruidosa Alameda santiaguina, en calle Abate Molina, hijo de la santacruzana Alicia Lorca Zamorano y el técnico Mario Grez Cooke.

Su infancia y adolescencia transcurrió en la gran ciudad, conociendo las vicisitudes de la vida a temprana edad. De ahí el carácter fuerte que forjó en su adultez.

Trabajó en una conocida fábrica de radios de Santiago, siguiendo los pasos de su padre. Hábil en las artes plásticas, descubrió un gran talento en la elaboración de artesanías.

En 1981 contrajo matrimonio con la joven santacruzana Carmen Cañete Sotelo, con quien formó una familia de cinco hijos: Mauricio, Alicia, Nicole, Karin y Diego.

Se asentó en la comuna de Peralillo, particularmente en la localidad de Población, donde el matrimonio participó activamente en la lucha por la recuperación de la democracia. Presidió el comunal del Partido Demócrata Cristiano, en el que militó hasta hace pocos años.

Por esta época, además, cursó estudios como laboratorista dental y su excelente labor en este campo le concitó el aprecio y la confianza de muchos colchagüinos y cardenalinos.

En 1989 se radicó junto a su familia en Pichilemu, en la otrora costa colchagüina. En el quiosco familiar, ubicado frente al actual centro cultural Ross, sus tablas de surf artesanales fueron muy populares y, por cierto, replicadas.

Siguió participando en las campañas de la ex Concertación que llevaron a la presidencia a Patricio Aylwin y sus sucesores. Y en Pichilemu entregó su total e incondicional apoyo a sus candidatos a la alcaldía, siendo uno de los más férreos adherentes de Jorge Vargas González en 1996.

Poco antes, estando Orlando Cornejo aún en los timones del municipio local, se integró a este como funcionario y en él permaneció hasta su partida.

Su mayor orgullo era portar el flamante escudo de la Municipalidad de Pichilemu. Su trabajo lo realizaba con especial cariño y dedicación. Por sobre todo, con puntualidad y rigor. ¿El trabajo comenzaba a las 8? Él ya estaba allá a las 7:30 de la mañana.

Ocupó, entre otros cargos, el de inspector, encargado de aseo y ornato, y últimamente se desempeñaba en la dirección de Obras Municipales. No hallaba el momento de que terminara la pandemia para volver a su ocupación de servicio público.

Él quiso y amó mucho al pueblo que lo cobijó en sus últimas décadas de vida. Nunca quiso apartarse de estos hermosos parajes marinos, de esa brisa que cala los huesos pero que a él le daba energía y ganas de vivir.

Con fuerza defendió los ideales y principios del diario digital El Marino, el que dirigió entre febrero de 2016 y diciembre de 2019.

En esa noche de viernes, en un día de intensas e inusuales lluvias, su luz se apagó. Con él se han ido también tantos sueños y esperanzas que, a sus 66 años, se han quebrantado definitivamente. Llueve también en los corazones agitados de sus hijos y su viuda, que lo extrañarán profundamente.

DIEGO GREZ CAÑETE

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