Por: Esperanza Faúndez Escandor
Directora de carreras del área Ciencias Sociales
IP Santo Tomás, sede Rancagua
Cada 8 de marzo, se conmemora el “Día Internacional de la Mujer”, originalmente denominado “Dia Internacional de la Mujer Trabajadora”, el cual surge a partir de varios hechos históricos relevantes acontecidos entre el siglo XIX y XX en Europa y Estados Unidos, entre los que destacan la marcha de miles de mujeres en protesta por los bajos salarios y las largas jornadas de trabajo, y como no recordar el incendio de la Cotton Textile Factory, en 1908, y el de la fábrica Triangle Shirtwaist, en 1911, ambos en Nueva York, el cual dejó decenas de mujeres fallecidas, la gran mayoría migrantes y en situación de pobreza.
Este día sin duda nos llama a reflexionar sobre dónde estamos y dónde queremos estar como sociedad, ¿y por qué decimos “como sociedad”? porque éste no es un tema de un solo género o sexo, éste es un tema que nos compete a todos y todas. Debemos mirar en conjunto las diferentes esferas que componen la vida de un ser humano y cómo esas diferentes esferas – política, económica, laboral, doméstica, etc. – deben propender a la igualdad de género y a la reivindicación de la lucha por una sociedad más justa y diversa. De lo contrario, estaremos condenados y condenadas a un desarrollo insostenible, en donde niños y niñas tendrán puntos de partida distintos, y con esto habilidades potenciadas desde la perspectiva de género, dándole una posición de poder y de entrenamiento diferenciado por sexo, siendo esto altamente injusto y perjudicial, en torno a un desarrollo social sustentable y sostenible de la humanidad toda.
Los avances en materia de igualdad de género, en sociedades como la nuestra, son evidentes: las leyes asociadas al femicidio, la participación más igualitaria en la representación política, la ley que instala la protección a la maternidad, paternidad y vida familiar, regulando un régimen de trabajo a distancia y teletrabajo; el Fondo de Transversalización de Género, etc. Todas estas instancias son destacables y aunque cada 8 de marzo se instalan estas reflexiones, el sistema político, económico, social sigue en deuda con las mujeres.
Las trabajadoras siguen ganando menos que los hombres por tareas símiles; los cargos de mayor rango siguen estando mayoritariamente en manos de los hombres; aún se nos sobrecarga con tareas de cuidado; y los femicidios y la violencia contra las mujeres aún permanecen muy presentes. Abordar todo lo anterior, no pertenece a algunos o algunas, tampoco es una “guerra de sexos”, sino que es el reconocimiento de que la igualdad beneficia a toda la sociedad, no sólo a las mujeres.
El rol de los y las profesionales del área social en este ámbito, es ser agentes de cambio, educadores sociales formales e informales, y gestores de proceso, que nos permite lograr coherencia entre el “deber ser y el ser profesional”. Por último, parece importante recordar siempre, la frase de Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”, por lo tanto, está en manos de esta sociedad y de los procesos de socialización, este importante cambio.