Desde que somos niños, generalmente nos hablan del amor, y algunos de estos amores se refieren al amor a Dios, al amor de una mujer o un hombre, al amor a la naturaleza, amor a la música o a los hijos etc.
Pareciera ser que esta palabra esta disgregada en varias ramas y no vemos tanta relación entre un tipo de amor y otros, más bien, los tenemos clasificado en varios tipos.
Si partiéramos de la base que el ser humano nace bajo los cuidados, atenciones, cariño y consideraciones de un otro/a, podríamos comprender que nuestro problema actual como humanidad, (que si bien es complejo de resolver), al mismo tiempo no lo es, ya que tenemos esa esencia o perfume de amor de nuestro pasado y que está inserta en nuestra alma querámoslo o no. Está identidad está impregnada en nuestra filogénesis y en nuestra ontogénesis más la cultura (con lo años) la que se encarga de deformarla. Esta luz sublime que somos (como lo es un recién nacido y un niño). Comienza lentamente a padecer de los embates de las deformaciones del amor en la vida a medida que va creciendo.
Una de las maneras fundamentales de propiciar y “cultivar el amor total”, es desplegar una energía que se debe cultivar constantemente, ya que, si dejamos de hacerlo, este último se marchitará, así como cuando dejamos de regar la flor y esta se seca (como decía el viejo dicho), por lo que esa energía amorosa, para que sea optima, debe ser lo más “consciente” posible.
También en muchas ocasiones exclusivisámos el concepto de amor a un hombre o una mujer sabiendo que es universal y por lo tanto sufrimos porque dejamos de ver todos los otros tipos de amores que nos circundan y que están siempre presentes en nosotros y alrededor.
Confundimos las emociones con el amor, cuando sabemos que las emociones son estados pasajeros de nuestra corporalidad, son secreciones químicas en nuestro cerebro, pero que no necesariamente son ese yo que ama, sino que son sensaciones pasajeras. Por lo mismo, si tenemos que buscar el amor ¿cuál es el lugar donde deberíamos buscar?, un lugar que este antes de una pareja, de un hijo, de una mascota, de la naturaleza, de los progenitores, ¿dónde buscar? y la respuesta vuelve a ser sencilla, esta es la búsqueda del AMOR PROPIO.
Este amor, que no debe confundirse con el ego exacerbado, es el que nos puede llevar al goce de la vida, ya que en estos últimos siglos como humanidad (occidental) nos hemos dedicado laboriosa y casi robóticamente a adquirir información y evidencia del medio que nos rodea, acumulando toneladas de esta y que no logra llenar un vacío que muchas veces sentimos dentro de nuestro corazón, y es por eso que la mayoría no soporta estar solos y en silencio, necesitamos el estímulo visual, sonoro (poner música o escuchar voces de personas) o kinestésico para no sentirnos desamparados o tristes, lo hacemos consiente e inconscientemente para no tener que enfrentarnos a nuestro propio yo sin mascaras.
Todas estas cosas están pasando en una sociedad que se le olvidó amar al prójimo, se le olvido amarse a sí mismo para poder estar bien y propiciar bienestar a los demás, ya que no hay tiempo para eso. ¡Pero no! ¡ Hay una esperanza!, y es que todos los seres humanos en este planeta, independiente de su cultura o su nivel económico, tenemos algo en común, y es que todos queremos ser felices, ¿y cómo es posible esto según mi mirada?, es a través del Amor sin apellidos. Hemos confundido el concepto de amor con pertenencia, hemos confundido el “te quiero” (sentido de posesión), por el te amo, que es el sentido de la máxima libertad, y si no volvemos a abrazar este último concepto, las esperanzas de un mundo mejor se aplacarán, pero usted y yo sabemos de quien depende todo esto, y está claro que es desde una nueva conciencia frente al tema y de nuestra actitud para enfrentarlo. O sea, “amar aún sigue dependiendo de nosotros” y no hay excusas.
Freddy Farias Madriaza
Profesor de Ed Musical
Mg en Musicoterapia
+569 62 56 6307
