Fundación de San Fernando y sus difíciles primeros años
Por Víctor León Donoso
Desde el inicio de la Conquista de Chile, la fundación de ciudades respondía a objetivos estratégicos, con el objetivo de concentrar el poder político, religioso, económico y social de amplios territorios y consolidar la dominación sobre los pueblos aborígenes.
Luego del levantamiento Mapuche de Curalaba (1598) junto con el fin de la conquista, se produce un proceso de ruralización social causando una dispersión de la población, conllevando a no conseguir un control de ésta, factor decisivo que incitó a la Corona a vincular esta situación con problemas como la delincuencia o vagabundaje, como lo menciona el corregidor de Aconcagua Pedro Cañas “en el campo vive la gente viciosa y libertina”.A partir de lo anterior, la Corona Española deberá buscar soluciones estableciendo un discurso en que se atribuye a la ciudad el objetivo civilizador.
Con la llegada de la Dinastía Borbónica a la Corona Española, se instalará una nueva forma de orden político propio del Despotismo Ilustrado teniendo como objetivo el reordenamiento territorial, por tanto, se implantará la necesidad de concentrar la población aborigen en los pueblos de indios, la población española y mestiza en ciudades o villas.
El gobernador que lideró la fundación de ciudades durante el siglo XVIII fue José Antonio Manso de Velasco, a quien preocupaba la falta de asentamientos urbanos entre Santiago y Concepción, sumado a la necesidad de concentrar a la población criolla para controlarla política, económica y religiosamente. El trabajo de Manso de Velasco comenzó en 1739 cuando expone a los hacendados de la zona central la solicitud de terrenos necesarios para la fundación de ciudades, argumentando los beneficios que traería para ellos, como la concentración y mejor manejo de mano de obra, el aumento del valor de sus terrenos y la conexión con mayores mercados. Dentro de estos estancieros respondieron en Colchagua Juan Jiménez de León y su esposa Ana María Morales, quienes destinaron 450 cuadras pertenecientes a la Estancia Lircunlauta. El Gobernador Manso aceptó la donación de terrenos en 1742, y el 17 de mayo del mismo año se hizo presente junto a otros vecinos para su reconocimiento, logrando establecer el lugar adecuado para la Plaza de Armas. Luego, la comitiva se hizo presente en San Antonio de Malloa (sede del gobierno local) levantando el Acta de Fundación de San Fernando. A los pocos días, el 29 de mayo, hacen la mensura de los terrenos, desde el lugar de la Plaza de Armas y orientándose de norte a sur, trazaron las primeras cuadras de la planta urbana. Desde ese momento vendrían circunstancias complejas, como hacer atractivo el nuevo poblado para los habitantes dispersos por los valles de Colchagua, acostumbrados a la vida en un medio rural, ligados a la tierra de su sustento, obligándolos a dejar sus casa y edificar nuevamente, sumado al propio desarraigo cultural que provocaba.
El asentamiento de la población en el naciente Villa San Fernando El Real de Tinguiririca tendrá dificultades durante las primeras décadas, principalmente debido que los vecinos permanecían unos pocos meses y luego retornaban a sus antiguas casas, o simplemente se negaba a poblar los sitios asignados. Las autoridades españolas preocupadas por el fracaso de la política fundacional tomaron distintas medidas, como el sancionar a quienes no cumplan este enmarcado. Por ejemplo, en Bandos del Corregidor Gisbert en 1743, donde obligaba tomar sitios a las familias que vivían en ranchos de las estancias, bajo pena de confiscarle sus bienes, quemarle sus viviendas y desterrarlos del Reino. También, a los hacendados se les prohibió albergar a individuos o familias extrañas. Pero la población a pesar de las leyes draconianas impuestas no se trasladaron a San Fernando, por tanto cada vez la autoridad interponía nuevos reglamentos más severos, emanando así el Bando para la Doctrina de la Estrella donde se mencionaban a 121 individuos que debían tomar sitios en plazo de ocho días. Pero aun presentaba un aspecto desolado, con algunos pocos ranchos de adobe con techo de paja y sitios sin demarcar. Al poco tiempo, nuevamente los vecinos se resistían a habitar en San Fernando y aprovechando el período de cosechas en las haciendas, se asentaban en el ámbito rural para no regresar a la ciudad. Estimulando nuevos reglamentos como el emitido en noviembre de 1744 donde se amenaza con multas o hasta el destierro a Valparaíso. Instituciones como el Cabildo creado en San Fernando, el 9 de diciembre de 1744, estipulará una serie de beneficios que pretendían avivar el desarrollo de la villa como: montos especiales para fomentar la industria de tejidos de lino y lana, que los extranjeros que poblasen San Fernando tendrían los mismos derechos que los españoles, los dueños de pulperías no pagarían el Real Derecho, o que los vecinos quedaban relevados de su obligación de montar guardia. A lo anterior se suma el decreto emanado por Manso de Velasco el 16 de junio de 1745 “los hacendados avecindados tenían derecho a la preferencia de los trabajadores a jornal; en el fletamiento de las carretas y mulas y en la compra de tierras, chacras, ganados y toda especie de comestibles y no comestibles”.
A pesar de todas las disposiciones la población se rehusaba una y otra vez a ocupar los terrenos ofrecidos en San Fernando, siendo en 1746 amenazados con el embargo de los bienes a quienes se desafiaban la vida urbana.
El 25 de mayo de 1751 un gran terremoto sacude gran parte de la zona central del país provocando la destrucción de ciudades como Concepción, Chillan, Cauquenes, Talca y Curicó. Este desastre natural provocara la emigración de importante población de estas ciudades a la zona central siendo San Fernando una de las escogidas.
El nuevo poblado lentamente irá tomando apariencia urbana. Las instituciones tradicionales tendrán su formación, dentro de los primeros cinco años, donde se establece la cárcel, oficinas parroquiales, el Hospicio de San Francisco y hasta un colegio de la orden Jesuita que ya a inicio de 1745 contaba con 19 jóvenes. Pero estas nuevas construcciones tenían como característica la precariedad en su edificación, así lo refleja la primera iglesia que su techo era de paja y carente de ornamentos, o el mismo Cabildo que tenía su edificio en 1751 pero que se comentaba “Demasiado indecorosa y en que no hay ni una mesa, ni un cajón para guardar libros de acuerdos”.
Las dificultades se observan hasta en la falta de cierres entre los distintos terrenos, provocando problemas con los animales que deambulaban sin control, ejemplo de ello cuando el vecino Lázaro Lira mató a palos a un potrillo de dueño desconocido y también mató de un “chuzazo” un buey de Pedro Ávila. Estas vicisitudes son descritas en las actas del Cabildo, como en 1770 :“Charcas de agua estancada impedían el trafico del vecindario, aún de las personas de caballo. En la misma plaza se hacían unos atolladeros peligrosos y pestilentes y fétidos que corrompían el aire”. A pesar de los retrasos y deficiencias que mostraba San Fernando, el rol fiscalizador de las autoridades coloniales resaltaba con un interés de adoctrinar y someter a la población mestiza e indígena, tal como sucedió con la reducción indígena cercana a San Fernando en el Tambo de Malloa a quienes se les acusaba por “vivir amancebados y no oír misa”. La autoridad preparó incursiones a esta reducción pero éstos una y otra vez se alejaban de allí, al mero ladrido de los perros que anunciaban la llegada del español. Finalmente, lograron atrapar a nueve indias solteras que pronto huirán o serán rescatadas.
San Fernando no será un caso ajeno a la realidad del siglo XVIII, el proceso fundacional del Chile central presentaba problemas como es el difícil desarraigo de la sociedad al mundo rural para volver a realizar una nueva forma de vida, organización y sociabilidad unida a instituciones propias de la corona española.-