Por Germán Muñoz Castillo
Rómulo Sanhueza Espina; profesor, contador, poeta, novelista; pero principalmente eterno buscador del arte, investigador de la sencillez, conversador del tiempo y el universo.
“La muerte de cada ser me disminuye porque soy arte de la humanidad, por eso no quieras saber nunca por quién doblan las campanas, están doblando por ti…” Esta expresión adelanta (o adelantó) la presentación del libro de Hemingway “Por quién doblan las campanas”; y así recientemente han doblado las campanas, particularmente en nuestra comuna de Nancagua, y debemos ser muchos los que nos sentimos disminuidos por la partida de Rómulo Sanhueza Espina, quien se avecindara hace muchos años en nuestro pueblo, haciendo vida, sembrando vida y ayudando a vivir, deslizando la blanca tiza por el negro pizarrón en la Escuela de hombres número cuarenta y nueve (49), mostrándole el camino conducente al amplio mundo a muchos niños para que más tarde no solo vieran el ocaso, sino también los amaneceres, y los indeterminados caminos del futuro.
Su firme voz, su mirada abierta, su estatura, y sus ponencias de docencia programada, pero principalmente la conducción sobre la lucha para las conquistas del futuro, fueron entonces las luces de los alumnos que debían ver el mundo más allá de los patios de su pueblo.
Luchador constante, sembrador de ideas y proyectos; conductor de los mensajes colectivos, dirigente social y deportivo. Arquitecto de las ideas deportivas y sociales. De hecho, estuvo también en forma destacada en el arco, evitando el grito de gol de sus adversarios. Vació su amor y sentimientos en sus poemas y sus cuentos. Los espacios en los tiempos se viven y permanecen, el universo nos depara a veces distintos estados de la convivencia, y el inventario de la vida puede distinguirlos en honor, satisfacción y agradecimiento. Primero fui (su alumno), después su colega (Profesor), después socio en la poesía y la reflexión filosófica de ideas, y finalmente amigo.
La tierra nancagüina será su dormitorio por siempre. Un importante espacio deportivo conservará la fuerza de sus ideas y el impulso de su colaboración. Un club deportivo tal vez lo hará perenne en su historia. El Grupo Literario Pablo Neruda lo enredará en sus páginas. Los poetas completarán algunas páginas, ocuparán la indeleble tinta para sostenerlo en versos. Y los amigos de vez en cuando nos detendremos frente al lugar donde descansa. Y los poetas (anónimos) desempolvaremos algún verso en su recuerdo como “murmullos del tiempo…”
(¿Te acuerdas de aquellas manos/ al frío y a la intemperie/ que estaban en las mañanas/ atentas para escucharte?/ No imaginaste valor/ llevándolas por el arte).
Nos quedaremos con una sentencia literaria de Rómulo, manifestada el año 2003: “El pájaro es quizás el ser más libre que queda sobre la tierra, o a lo mejor porque aún no somos capaces de emprender el vuelo como señales…”