La catástrofe del 16 de agosto de 1906, dejó al pueblo en ruinas, sus habitantes llenos de dolor y miseria... Muchos sin hogar, otros sin seres queridos... la Parroquia se quedó sin su escuela y con el templo destruido. Los ánimos decayeron... El celo del Párroco se dedicó a remediar la tragedia de su feligresía. Bastó más de seis meses para reanudar la obra comenzada. En marzo de 1907 los fieles levantaron una cruz de madera de nueve metros de altura, en la parte más elevada del cerro. Esto dio motivos para reiniciar los trabajos del monumento. Una de las mayores dificultades era abrir un camino para subir la estatua y las piedras del monumento. Pero los feligreses se presentaron como operarios y sin remuneración alguna. En número de 100, a veces, fueron quitando piedra tras piedra, escollo tras escollo, para dar paso a la Reina. En tres mese estuvo preparado el camino carretero actual, de unos 400 metros de longitud. El 8 de Diciembre de 1907 fue llevada la estatua hasta la cima, siendo tirada por yuntas de bueyes y fuerza de brazos y el 30 de mayo de 1908 fue colocada con gran brillo y pompa sobre el pedestal. En los meses siguientes se puso la plancha de mármol con el nombre de los padrinos, se hizo una reja de fierro, se bautizaron las campanas, a la mayor con el nombre de Julia y a la menor Teresa. El 15 de Agosto de 1908, Fiesta de la Asunción, se inauguró solemnemente el Santuario. Desde esa fecha, año a año los fieles han multiplicado su fervor en la Reina del Cielo, quien, desde su pedestal de gloria, bendice los campos, sana sus cuerpos milagrosamente, resuelve miles de problemas no sólo en los corazones de los nancagüinos, sino también en las almas de todos los que acuden a cobijarse bajo su manto. En calamidades y sequías, el corazón de la Madre de Dios está pronto para socorrer, en las enfermedades está pronta para servir. Hoy podemos ver en el pedestal de la Madre de Dios, en el Santuario de Puquillay una innumerable cantidad de exvotos, que vienen a dar testimonio de los milagros y favores que ha operado en aquellos que con amor y devoción la veneran. Bajo la administración del Cura Párroco de Nancagua, Pbtro. José Luis Castro Palomino (q.e.p.d.), el Santuario de Puquillay alcanzó un nuevo brillo, haciendo un mancomunado esfuerzo con los fieles de la parroquia se ha logrado hacer importantes avances de construcción en el camino y en la explanada del Santuario, lo que hace de este sitio un lugar de encuentro y oración cercano a Dios y a la más maravillosa de su obras, la belleza de los campos nancagüinos.
Anecdotario:
Con el Padre José Luis Castro Palomino – de feliz memoria – hubo una gran cantidad de anécdotas que fueron enriqueciendo la historia de nuestro Santuario.
Lo primero era reforestar el Santuario, innumerables fueron los kilómetros que caminó Don Arturo (Cuidador del Santuario) con su burrita llevando agua para regar con un tarrito los árboles que hoy embellecen y dan sombra agradable al Santuario. Una vez logrado ese propósito había que arreglar el camino. El trabajo lo encabezó don José Gómez Peña, el conocido Maestro Lulo, a punta de mucho trabajo y con la colaboración de agricultores de la zona y su maquinaria se logró remediar algunas de las zonas más complejas del camino y siguiendo un trazado nuevo especialmente en la zona de llegada a la explanada, era necesario suavizar esa subida para llegar con materiales de construcción.
Así fue como un gran número de nancagüinos se fueron sumando al proyecto y se consolidó la agrupación Santuario de Puquillay que adoptó como lema las palabras del Padre José Luis: Tenemos que construir “Un Santuario para Nuestra Madre”. La costumbre nos había hecho nombrar ese sitio como El Cerro de la Virgen y José Luis a punta de penitencia nos cambió el lenguaje, cada vez que alguno hablaba del “Cerro”, tenía que pagar un saco de cemento, a punta de sacos de cemento aprendimos a decir “Santuario”. No podría dejar de mencionar una vez que en la conversa de sobremesa en casa de mis padres salió el tema y dijimos cerro unas cuántas veces, a los días después llegó mi padre (don René Urzúa y le dice a mi madre doña Fresia) señora, aquí está la boleta de la ferretería, están pagados los sacos de cemento…, todo porque mi madre le había recordado la penitencia impuesta por el Padre José Luis.
No podemos dejar pasar tampoco que por ejemplo cada Viernes Santo se celebra La Procesión de Hombres al Santuario de Puquillay – añosa costumbre que reúne a varones cristianos de buena voluntad que ese día van a saludar a Su Madre en el trance de dolor de darnos a su Hijo en la Cruz. Al comenzar el ascenso al Santuario el Padre José Luis nos recomendaba: “Tome cada uno una piedra y llévela hasta arriba donde estamos haciendo lo rellenos para la explanada, que cada uno de acuerdo a sus faltas y pecado tome una piedra y en penitencia la suba”, más de alguna broma surgía respecto al tamaño de las piedras que cada uno tomaba.
Es muy importante mencionar que una vez que el Padre José Luis dejó la Parroquia de Nancagua, nuestra Buena Madre puso los ojos en su sucesor, el Padre Fernando Miqueles León hoy día párroco de Tinguiririca, con él el Santuario tuvo un nuevo brillo, se mejoraron los caminos y se les dio también un sentido por uno de ellos va el Vía Crucis y por el otro el Santo Rosario, con el fin de ya al poner el primer paso en ese espacio ya se está en situación de oración reflexión y penitencia, se remozó la techumbre de la explanada, se instaló una nueva imagen de la Virgen para presidir el altar y se construyó un hermoso altar hacia la explanada.
Nancagua no sería el mismo sin su Santuario, pues este pueblito con alma rural cada día que despierta le da los Buenos Días a su Buena Madre que solícita y llena de amor cuida de sus campos y cada uno de sus habitantes. ¡Santa Madre de Puquillay!. Ruega por Nosotros.