Hace unos días atrás tuve la oportunidad de cruzarme con un meme en redes sociales cuyo contenido era el titular de esta columna: “Protege a tus hijas, educa a tus hijos” y me hizo tanto sentido este llamado, que nos invita a reflexionar en cómo estamos educando a nuestros hijos e hijas en la familia y en el sistema escolar.
No basta con corregir conductas. Sin duda es necesario, pero debemos entender el por qué dicha conducta machista está normalizada en nuestra cultura y sociedad. Masculinidad y consentimiento son dos palabras que, si bien están en el diccionario, se han incorporado en el lenguaje habitual hace pocos años. Ha sido el movimiento feminista que, al cuestionar el poder hegemónico de los hombres, producto de la cultura patriarcal, fueron capaces de investigar las causas de la violencia contra la mujer y llegar a importantes conclusiones y aprendizajes.
En primer lugar, establecer que la violencia contra la mujer es ejercida casi exclusivamente por hombres y en un contexto de relación afectiva o de connotación sexual. En segundo lugar, en dichos casos, la sociedad ponía y sigue poniendo, salvo excepciones, el foco en la víctima y no en el victimario.
Aún vemos en los medios de comunicación titulares tales como: “Crimen pasional” o “En un arrebato de celos, hombre dio muerte a su pareja”. Y también es frecuente que los medios de comunicación indaguen en la vida de la víctima buscando conductas que pudieran poner en ella la responsabilidad de la violencia a que ha sido expuesta.
Icónico es el caso de Fernanda Maciel, desaparecida por más de un año hasta que encontraron su cuerpo. Se dijo que la joven había huido con un presunto amante, que tenía vínculos con peligrosos narcotraficantes, que viajó a Bariloche, Argentina. Y tampoco podemos dejar de mencionar la línea de argumentación de la defensa del recientemente condenado por abuso sexual y violación, Martin Pradenas, en la que una de las frases más indignantes señaló respecto de su defendido: “Es un joven estudiante universitario que parece actor de cine”, queriendo decir que no necesitaba violar a nadie porque las mujeres se entregaban a él sin cuestionamientos.
La masculinidad no es un concepto absoluto. Es un estereotipo determinado por la cultura imperante y, en nuestro caso, resulta ser un hombre viril, exitoso, con poder, seductor y las y los lectores podrán agregar los demás adjetivos. En la aspiración a ser masculino, muchas veces se transgrede la autonomía y degrada la dignidad de la mujer resultando en violencia física, psicológica y/o económica.
La masculinidad tampoco tiene integrado en sus conductas el concepto de consentimiento. No es que se requiera de un contrato para tener una relación sexo afectiva, sino que las nuevas masculinidades deben asumir que siempre es necesario el consentimiento explicito para un encuentro de connotación sexual. El consentimiento es explícito, recíproco, voluntario, informado, se puede retirar en cualquier momento.
Cuando uno logra entender y asimilar lo que significa la cultura patriarcal hegemónica y conocer los caminos hacia nuevas masculinidades, podrá mirar a las mujeres con nuevos lentes y así entender y valorar el éxito de Las Tesis cuando declaman: “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”.
Marcelo Trivelli
Fundación Semilla