Del aire puro de las montañas de Pensilvania al aire puro de las montañas del sur de Chile.
Ése es el viaje que el destacado matemático ruso nacionalizado norteamericano Boris Weisfeiler Bernstein emprendió en la década de los '80 a nuestro país y que sería el último de su vida.
Boris Weisfeiler había huido desde la URSS a USA por su condición de judío en el año 1975, después de haberse negado a firmar una carta condenatoria a un colega suyo. Luego de realizar una pasantía en el prestigioso Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (IEA) fue contratado por la Universidad Estatal de Pensilvania.
Todos los años, en el mes de abril, en la fecha del cumpleaños de Boris, académicos e investigadores del IEA realizan una comida en su recuerdo.
El IEA es una institución privada de estudios estadunidense de Princeton, Nueva Jersey, conocida por interesantes personalidades que han pasado por él. Legendarias son las largas caminatas por los senderos del IEA dadas por Albert Einstein y Kurt Gödel. La humanidad esperó siglos para la aparición de estos dos colosos. Uno, el más grande científico desde los tiempos de Newton. El otro, el más grande lógico desde los tiempos de Aristóteles. El contenido de estas conversaciones, que eran en la lengua originaria de ambos, el alemán, se ha perdido. Einstein reconocería que estas conversaciones serían el leitmotiv de sus últimos años de vida, desplazando en importancia sus propias teorías. Como en la Cueca de los Poetas de Violeta Parra "El más gallo se llama Pablo Neruda, pero corre que ya te agarra Nicanor Parra".
El trabajo de Boris se centraba en un área de las matemáticas denominada teoría de grupos. Esta revolucionaria teoría fue ideada por el joven matemático francés Evaristo de Galois. La trágica y evitable muerte de Galois constituye una de las mayores pérdidas en la historia de las matemáticas. Galois murió al día siguiente de un duelo de pistolas a los 20 años de edad, el 31 de mayo de 1832, ante un oficial francés. La noche previa al duelo Galois trabajó febrilmente y legó a la humanidad la solución a problemas que durante siglos los matemáticos habían buscado.
La teoría de grupos juega un destacado rol en las ciencias modernas. En cristalografía y en mecánica cuántica, en geometría y topología, en física, en química y en biología. Los teoremas y trabajos de Boris han devenido en tesoros que la comunidad matemática mundial ha sabido valorar. Por esta razón, la Sociedad Matemática de Chile ha declarado que Boris fue un matemático brillante que, al momento de su muerte, estaba en el cenit de su carrera.
En 1982 el país había enfrentado una grave crisis económica que obligó al gobierno del General Augusto Pinochet a realizar ajustes en un modelo qué él mismo proclamó como un viaje sin retorno. Se había reunido con el propio Milton Friedman, Nobel de Economía, monetarista de la Escuela de Chicago, y agradecía al destino haberse enterado de las bondades del ultraliberalismo. En contrapartida, a mediados de 1982, comenzó a operar el Movimiento Juvenil Lautaro, una organización guerrillera de izquierda revolucionaria, y al año siguiente haría lo propio el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organización similar de inspiración marxista leninista. En estos años, además. Se iniciarían las primeras protestas nacionales convocadas por el líder sindicalista Rodolfo Seguel, el Lech Walesa chileno, de fútbol y escándalos, de las canciones de Los Prisioneros. Una década en la cual nos visitaría el Papa Juan Pablo II con motivo de una guerra que no fue, la del Beagle, y de otra guerra que sí fue, la de Malvinas, de la que tomamos parte sin saberlo ni darnos cuenta, y de los estremecedores casos degollados y quemados. Y todo teniendo de telón de fondo la voz inconfundible de Sergio Campos (El diario de Cooperativa está llamando).
A esa nación, en diciembre de 1984, Boris Weisfeiler arribó. Su hermana Olga, que jamás ha renunciado a su búsqueda, inquirió si habría animales peligrosos en nuestro país. "Los animales no son peligrosos. Son los hombres los peligrosos", habría respondido premonitoriamente Boris.
Del aeropuerto inmediatamente Boris se dirigió a Los Ángeles. Quizás su bus se detuvo un instante en nuestra ciudad y Boris respiró aire puro, intercambió alguna palabra con una vendedora, mientras su mente inquieta trabajaba en algún teorema nuevo. Nunca lo sabremos.
El hecho es, y la verdad está en los hechos, que el 4 de enero de 1985 fue visto por última vez en las cercanías de Dignidad, un siniestro enclave alemán, un sitio de tortura y atropellos. Sólo fue encontrada su mochila unos días después y hasta el año 2000 se le dio por muerto al intentar cruzar un río y ahogarse. Pero, ese año USA desclasificó documentos. Un testigo declaró que Boris fue ejecutado de un tiro en la nuca al interior de Dignidad. Carabineros y militares fueron involucrados. El caso fue reabierto, pero en el 2016 el juez Zepeda lo caratuló de crimen común y prescrito.
Pero, su hermana Olga jamás renunciará a saber la verdad.
¿Qué ocurrió realmente? Su condición de judío, ruso y norteamericano en una época y un lugar que era una reminiscencia nacional socialista, conformaron un conjunto de desgraciadas circunstancias para Boris. Probablemente fue confundido con un agente de la KGB, de la CIA o del MOSSAD. Incluso con un espía argentino. Dos testigos claves se suicidaron. Por eso, y tomando prestados versos de la canción ochentera El Viaje de Schwenke y Nilo, "aprieta la camisa si te escondes por dentro".
El 19 de abril de este año Boris habría cumplido 80 años. Pese a la pandemia, sus colegas de Princeton se las habrán ingeniado para alzar una copa en su memoria este día. Acá en nuestro país, la U. de Chile conmemoró el 80° aniversario de su natalicio. El valiente jurista Hernán Fernández, abogado de la familia Weisfeiler, se explayó en la deuda que la justicia chilena mantiene en este caso, y Andrés Navas, de la Sociedad Matemática de Chile, lo hizo en relación a los grandes aportes de Weisfeiler en las matemáticas.
Al final "de este viaje, por nuestra historia, por los conceptos" (nuevamente la oda de Schwenke y Nilo), sabiendo que, a 36 años de la desaparición de Boris, aún hay personas vivas que saben lo que ocurrió, que el dolor y la angustia de Olga no han cambiado, que los científicos y sus sociedades a nivel internacional no dejan de presionar para que el caso se reabra, estamos conscientes que este viaje no ha terminado. Pero Boris, al igual que Galois, realmente es pasajero de otro viaje, el verdadero viaje, el que más importa, el viaje de la humanidad. En este viaje, Boris es pasajero con boleto de primera clase, porque sus teoremas y construcciones mentales son un tornillo de la nave en la que el género humano se impulsa hacia el futuro.
Darwin Vega Vidal
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Diego Jove Bascuñán
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CENTRO DE ESTUDIOS AVANZADOS DE SAN FERNANDO San Fernando, junio 2021