Sergio González Pino.
A Fernando Contador Huerta lo conocí en nuestra época universitaria, a fines de los años 60; compartimos en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, en Pío Nono, las inquietudes, discusiones, asambleas, tertulias de café que determinaban los movimientos sociales de búsqueda de transformaciones profundas y de reformas radicales en nuestro país y en el mundo. Y también las clases de nuestros profesores. Luego las vida nos puso en San Fernando, ejerciendo como abogados, formando familias y enraizando en el provincianismo casi rural de lo ochentero. De ahí en adelante juntos pero no revueltos.
Fernando casi cura, abogado, padre, esposo, pensador, contertulio en veladas y mesas para alimentar el espíritu y compartir condumios, cuando no sibaríticos al menos gustosos y cargados a la sazón, precursores de la ingesta de mostos que entonaban el talante del que aparecería como humorista acertado, buen contador de chistes y galante pretendiente sin reparar en las condiciones de la escogida.
Fernando filósofo, profesor, notario suplente, funcionario de gobierno, juez, nigromante, mago, padre de familia, hermano, esposo, consejero, dirigente político, orador elocuente, director espiritual, sanador y quién sabe qué más. Yo cuento lo que le conocí.
Fernando alcanzó el punto de encuentro con la Verdad que buscamos y ahora nos queda su recuerdo en los lugares comunes que conocimos y donde nos mostró sus múltiples facetas. Y todo lo que fue, todo lo que hizo, lo vivió y lo fue al modo suyo, a su manera. Como era y como fue.
"En esta vida hice lo que pude,
No sé si hice poco o quizás mucho
No creo que fui un santo
Y esto lo comprende Dios"
(Al Modo Mío, Ricardo Cocciante)
Fernando también gustaba de la música ligera.... A su manera.