Por: Eduardo Robledo P.
Escritor
En sus orígenes la radiofonía chilena, manejaba tres premisas o principios vectores: informar, educar, entretener; que resumían la misión de este importante brazo de la modernidad. Hoy, nos encontramos con otra realidad comunicacional, supeditada al modelo económico imperante y a la subyugación del rating, que marcó un hito decisivo para una nueva mecánica comunicacional, dirigida sólo a producir una entretención ramplona con una expedita circulación en pleno avance. Como consecuencia de ello, en las últimas décadas, la progresiva decadencia y la falta de valores, ha contribuido a la corrosión de generaciones en diversos estadios de nuestra analfabeta sociedad, a la que se le continúa negando, la posibilidad de ver y escuchar programaciones, tendientes a un crecimiento cultural urgente.
Nunca antes, el enquistamiento de la estupidez, había coronado tan ampliamente en este país, copando en casi su pleno total las estaciones de televisión y radio, salvo algunas esporádicas excepciones que desaparecen bruscamente, para pasar al compendio de simples archivos arqueológicos. Hoy, de toda la parrilla programática, se ha engendrado una nueva raza: "Los tevemismos" que provienen de las más diversas actividades. Pueden ser cantantes de medianía, modelos escaladoras, actores "multifacéticos" etc., etc. En esta nueva genética comunicacional, ya encontramos varias docenas de iletrados, produciendo y conduciendo programas a granel, arrogándose la capacidad y el derecho de tontear en algo tan delicado como son los medios de comunicación de masas. La osadía de algunos, sobrepasa lo esperado, cuando con abierto desparpajo se auto ponderan como "líderes de opinión" en circunstancias que su probidad cultural, les impide emitir opiniones congruentes, y por ende, justificar la gran responsabilidad que significa ocupar los codiciados espacios. Ahora, los medios, con la idea de barnizar académicamente el cacareo, incorporan el concepto de "panelista" a los repetidos invitados de la pantalla chica, que son los mismos personajes, balbuceando las mismas salvajadas de siempre, cuando en rigor, el origen de esta actividad, está dado, preferentemente a personas expertas en distintas especificidades, para discutir con propiedad, temas de importancia.
Pero, la máquina es progresiva y depura su hibridaje, tal es así, que hoy ser "panelista" es una profesión más, en las boletas de tributación de impuestos internos, es decir, un elenco estable que apuntala con más tonteras al "conductor". A esto, se engarza otra subespecie llamada: "Los opinólogos", ilotas de risible probidad intelectual, investidos de periodistas, que se pasean, por diversos programas, para "opinar" con una lánguida documentación sobre la vida cotidiana de personajes intrascendentes, sin gravitación alguna. Con este subgénero, nace el vilipendio a granel, el ninguneo fácil, y los cruzados dimes y diretes, combustionan desordenadamente la pantalla y la radio, nublando aún más, la ya malograda visibilidad de los receptores.
Los "tevemismos" se encuentran en cualquier medio de comunicación haciendo de las suyas, su sobre presencia será encontrada en los programas de la mañana, de la tarde y de la noche, los mismos, cuando haces zapping en el dial, los mismos de la publicidad, etc. Se invitan entre ellos, de programa en programa, convencidos de ser los únicos "paridos por Dios", negando así, la eventual participación de genuinos comunicadores, intelectuales y artistas. De los "tevemismos", emana gran índice de toxicidad comunicacional, atentando directamente contra los derechos humanos de los niños, de los jóvenes y de la ciudadanía en general, en cuanto a la posibilidad de recibir contenidos de calidad.
Este escenario, anula cualquier plan de crecimiento, en el contexto cultural de un país en desarrollo, que se da el lujo de continuar perdiendo horas en los respectivos medios, a costa de una sociedad en riesgo de todo. Un país, un gobierno, no puede ser permeable, al libre albedrío de esta disfunción generalizada, debiera exigir a los medios, programaciones acordes con nuestra necesidad cultural. De lo contrario, de no existir la concordancia vital, medios y educación, de poco servirán los esfuerzos por disminuir la crisis de comprensión lectora de nuestros educandos. Por otro lado, y anudado a lo anterior, detectamos algo peor, relacionado con la crisis de comprensión oral de la ciudadanía "¡¡¡No se entiende lo que se escucha!!!" tara guardada por el sistema educacional para minimizar el problema del cual no hay voluntad real para detenerlo. De esta manera cualquier impronta diseñada para hacer de este país, una nación con verdaderas posibilidades de salir del atraso derramado por el subdesarrollo, no podrá avizorar alguna solución, si no se toma otro giro al respecto.
No se trata de castrar o proscribir la entretención, más bien, se debiera imprimir una legislación especial con extensión al Consejo de Televisión, para la imperiosa necesidad de reglamentar el desparpajo existente, asegurando la idoneidad de una parrilla nacional, que vuelva a sus premisas fundacionales y se aleje de la necedad crónica en la cual se encuentra sumida por estos días.