El 25 de octubre pasado la ciudadanía se expresó contundentemente por la opción de un nuevo pacto social. Este hecho no solo nos inserta en un proceso de redacción de una nueva Constitución, sino que también marca el hito con el cual se acaba definitivamente el período de transición democrática que Chile viene desarrollando desde los años 90.
Así, el clivaje político con el que viviremos las próximas décadas ya no estará marcado por la Carta Fundamental de 1980 ni por la dicotomía de del Sí o del No del plebiscito de 1988. Esos hitos se han dejado atrás por el plebiscito del 25 de octubre de 2020: un día ejemplar, donde después de 1 año de acción política violenta, ha quedado demostrado que nuestra democracia aún puede canalizar institucionalmente demandas sociales que no pueden seguir instalándose a punta de matonaje.
Si el 25 de octubre marca el comienzo de un nuevo ciclo político, parece relevante entonces que, incluso antes que atrincherarse en posiciones ideológicas y partidarias; se responda una pregunta previa, clave para que los chilenos partamos con el pie derecho esta nueva etapa: ¿cuáles son las actitudes ciudadanas y valores democráticos con las que estamos entrando al proceso constituyente? ¿Existe en Chile hoy el diálogo, empatía y amistad cívica suficiente para ponernos de acuerdo en una nueva Constitución? ¿Nuestra clase política está a la altura de las circunstancias?Si queremos que la oportunidad histórica de un nuevo pacto social sea efectivamente una instancia, donde nos pongamos de acuerdo sobre el "techo común" que queremos para nuestros hijos, nietos e incluso bis-nietos; el verdadero desafío que tendremos es ser consecuentes con la idea de que, además de votos, quórums y mayorías; la democracia se basa justamente en actitudes, valores y principios. Estos elementos configuran nuestros códigos de relacionamiento cultural frente a la diversidad de una ciudadanía que, entre sí, tiene todo el derecho a pensar distinto. Frente a esa diversidad, para que nuestra sociedad siga siendo libre, abierta, pluralista y tolerante, hoy debemos retomar una actitud de diálogo para ponernos de acuerdo en un "rayado de cancha" básico de convivencia social llamado Constitución.
Así, el proceso constitucional solo será fecundo si su discusión se basa en un compromiso dialogante, basado en argumentos de razón y no en caricaturas que dividen al mundo, entre buenos y malos. Desde hace un buen tiempo, la política en Chile se ha basado en una invalidación intelectual ("el que piensa distinto a mí es tonto") o incluso moral ("el que piensa distinto a mi es malo"), con el que es imposible desarrollar un proceso constitucional desde una hoja en blanco. Una Constitución es un acuerdo amplio y no una herramienta normativa para que un sector político le "pase máquina a otro". La discusión constitucional debe entonces ser una instancia de encuentro y no de adversidad. Acuerdos de 2/3, requieren necesariamente salir a buscar votos a la vereda de al frente, buscar consensos compartidos por gran parte de la ciudadanía y no solo por visiones parciales de nuestras clásicas trincheras políticas.
Acá está el desafío real de este nuevo momento político. Un nuevo ciclo que requiere nuevas actitudes, un nuevo estándar y, por supuesto, nuevos rostros que vengan a oxigenar una política que debe salir de la trinchera de cálculos mezquinos si queremos que nuestra aventura constitucional y que este nuevo ciclo político que comenzamos sea realmente exitoso para el futuro de Chile.
Ricardo Neumann
Abogado UC - MFA Columbia University (NYC)
Candidato Independiente a Constituyente (Pacto Chile Vamos)