Hace tan solo unos días, Afganistán fue tomado por los talibanes, un grupo de seguidores e intérpretes estrictos de la ley islámica, la Sharia, partidarios de aplicar brutales castigos en público, entre ellos azotes y amputaciones, e incluso son adeptos a limitar la libertad de las mujeres exigiéndoles cierto comportamiento, pues socialmente están en el escalafón más bajo, mientras el hombre es quien ostenta el rol central.
Dicho grupo armado no se quedó con el poder de un día para otro, sino que fue una lucha de 20 años, la cual terminó a su favor por el acuerdo que Estados Unidos hizo con ellos el año pasado, al establecer un calendario para la retirada de sus tropas a cambio de que pusieran fin a los ataques contra los estadounidenses y entablaran conversaciones con el gobierno afgano. Sin embargo, tras meses de conversaciones no lograron acuerdo alguno, ocasionando que, ante la inminente llegada al poder de los talibanes, el presidente afgano, Ashraf Ghani, huyera del país rumbo a Emiratos Árabes Unidos, donde fue acogido.
Profundizando en lo antedicho, la Sharia proviene de cuatro fuentes: (I) el Corán; (II) el Hadiz, es decir, dichos y acciones de Mahoma; (III) el lima ("consenso") y el ljtihad ("esfuerzo"). Todas ellas, al unirse, entregan como significado la frase: "Camino a la paz". Aquello no deja de llamar poderosamente la atención, pues esta llamada "paz" solo está presente si se cumplen al pie de la letra sus designios, como la prohibición que tiene su población para escuchar música, ver películas, televisión y cualquier medio digital, o la obligación de que todas las personas con nombre no islámico se lo cambien, por nombrar algunos casos.
Por si no fuere lo suficientemente descabellado lo antedicho, las mayores prohibiciones las viven las mujeres, quienes tienen una especie de reglamento con más de 20 restricciones y obligaciones. Entre ellas, se encuentra: (1) la obligatoriedad de usar un traje que lo cubre todo en público, llamado burka; (2) solo trabajarán en sanidad y otros sectores donde se les necesite; (3) tienen prohibido salir de casa para realizar cualquier actividad siempre que no vayan acompañados de su mahram, o sea, un hombre de parentesco cercan0, como padre, hermano o marido; (4) no pueden acudir a estudiar a ninguna institución educativa; (5) las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio serán lapidadas, es decir, se le lanzarán piedras hasta matarla; (6) ningún extraño debe oír su voz, por lo que tienen prohibido reír en público; y (7) nadie puede ver que están en sus casas, por tanto, es obligatorio que las ventanas sean opacas.
Lo que ocurre en Afganistán es la clara muestra de que las ideologías rígidas y no colaborativas, por muy llamativas que para algunos puedan ser al, por ejemplo, prometer solucionar todo problema si determinado sector gobierna o, en el caso afgano, la promesa del "camino a la paz", jamás traerán consigo algo positivo, porque no solo lleva aparejado el sometimiento de un sector, sino también el grupo disidente queda desprotegido y relegado, a merced de abusos por quienes están a favor del poder.
A modo de cierre, sería bueno dejar el siguiente comentario: Si desde esta parte del mundo es profundamente condenado lo ocurrido en Afganistán, ahora bajo el mando talibán, ya que se atenta contra los derechos humanos y la libertad de las personas, principalmente, de las mujeres, ¿por qué desde otra parte del mundo no se podría condenar duramente lo que ocurre en Chile y tratar de lo peor a sus habitantes, considerando que en nuestro país reina el maltrato al medio ambiente, la imposición ideológica en sentido político y pareciera amarse dejar a otro de idiota por pensar diferente? En síntesis, es fácil ver el error en otras latitudes, pero bastante complejo notar el propio, al vivir empapado en esa realidad.
Javier Osorio O.
Ex Vicepresidente Interno Federación de Estudiantes USS, sede Santiago
Estudiante de Derecho UAH